Romanticismo
El Romanticismo fue un movimiento estético que se originó en Alemania a fines del siglo XVIII como una reacción al racionalismo de la Ilustración y el Neoclasicismo, dándole preponderancia al sentimiento. Se desarrolló fundamentalmente en la primera mitad del siglo XIX, extendiendose desde Alemania a Inglaterra, Francia, Italia, España, Rusia, Polonia, Estados Unidos y las recién nacidas repúblicas hispanoamericanas. Posteriormente, se fragmentó o transformó en diversas corrientes, como el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelitismo, subsumidas en la denominación general de Posromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispanoamericano y español. Tuvo fundamentales aportaciones en los campos de la literatura, el arte y la música. Posteriormente, una de las corrientes vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos.
El vocablo
La palabra romántico deriva del francés roman, novela, y significaba en el siglo XVIII aquello que era novelesco o increíble en un sentido despectivo que fue perdiendo conforme se iba aplicando al nuevo espíritu estético.
Características
El Romanticismo fue una reacción contra el espíritu racional e hipercrítico de la Ilustración y el Neoclasicismo, y favorecía ante todo la supremacía del sentimiento frente a la razón, del liberalismo frente al despotismo ilustrado, de la originalidad frente a la tradición grecolatina, de la creatividad frente a la imitación neoclásica y de la obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada. Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental, frente a la universalidad y sociabilidad de la ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son con frecuencia prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y utilizando polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante. Igualmente renuevan los temas y los ambientes, y por contraste al Siglo de las luces prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos y veneran y buscan las historias fantásticas y la superstición que los ilustrados y neoclásicos ridiculizaban. Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y las literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVIII, de espíritu clásico y universalista, dispersada por toda Europa mediante Napoleón.
El Romanticismo expandió también y enriqueció el limitado lenguaje del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración. En cierto sentido, la versión más extrema del Romanticismo no respeta ni asume ninguna tradición anterior, y se dará reformulada en el siglo XX con el nombre de Surrealismo.
Géneros románticos
De forma diferente a la Ilustración dieciochesca, que había destacado en los géneros didácticos, el Romanticismo sobresalió sobre todo en los géneros lírico y dramático (en este se crearon géneros nuevos como el drama romántico. Pero también se crearon algunos géneros nuevos en narrativa, como la novela histórica, fruto del escocés Walter Scott, la novela gótica o novela de terror, la novela de ciencia-ficción (anglicismo que cabría sustituir por ficción científica), cuya primera obra es el Frankenstein o el Moderno Prometeo de Mary Shelley), o la leyenda en prosa o verso, cultivado este último género por Zorrilla o Bécquer. Incluso el género didáctico pareció renovarse con la aparición del artículo de costumbres
El espíritu romántico
El estilo vital de los autores románticos despreciaba el materialismo burgués y preconizaba el amor libre y el liberalismo en política, aunque hubo también un Romanticismo reaccionario, representado por Chateaubriand, que preconizaba la vuelta a los valores cristianos de la Edad Media. El idealismo extremo y exagerado que buscaba en todo el Romanticismo encontraba con frecuencia un violento choque con la realidad miserable y materialista, lo que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante el suicidio. La mayoría de los románticos murieron jóvenes. Los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino.
El Romanticismo en los diversos países
El Romanticismo alemán se inició con el movimiento estético denominado Sturm und Drang ('tempestad y arrebato'). Posteriormente lo asumieron autores más importantes como Fiedrich Hölderlin, Fiedrich Schiller, Johann Wolfgang von Goethe, Novalis o Klopstock. Posromántico se puede considerar a Heinrich Heine.
El Romanticismo francés tuvo su manifiesto en De l'Allemange (1813), de Madame de Staël, aunque tuvo por precursor en el siglo XVIII a Juan Jacobo Rousseau. En el siglo XIX, Charles Nodier, Víctor Hugo, Alphonse de Lamartine, Alfred Victor de Vigny y Alfred de Musset son los mayores representantes de esta estética literaria.
El Romanticismo comenzó en Inglaterra casi al mismo tiempo que en Inglaterra; en el siglo XVIII ya habían dejado sentir un cierto apego escapista por la Edad Media y sus valores los poetas falsarios inventores de heterónimos medievales como James Macpherson o Thomas Chatterton, pero el movimiento surgió a la luz del día con los llamados poetas lakistas (Wordsworth, Coleridge, Southey), y su manifiesto fue el prólogo de Wordsworth a sus Baladas líricas, aunque ya lo habían presagiado en el siglo XVIII Young con sus Pensamientos nocturnos o el originalísimo William Blake. Lord Byron y Percy Bysse Shelley son los poetas canónicos del Romanticismo inglés. Después vinieron Thomas de Quincey, y Elisabeth Barret Browning y su marido Robert Browning, este último creador de una forma poética fundamental en el mundo moderno, el monólogo dramático. En narrativa destacan las novelas sobre la Edad Media inglesa de Walter Scott o las novelas góticas El monje de Lewis o Melmoth el Errabundo, de Charles Maturin.
El Romanticismo italiano tuvo su manifiesto en la Lettera semiseria de Grisóstomo del Berchet (1816) y destaca, sobre todo, por la figura de los poetas Ugo Fóscolo y Giácomo Leopardi, y por una gran novela histórica, I promesi sposi (Los novios), de Alessandro Manzoni
El Romanticismo estadounidense, salvados precedentes como William Cullen Bryant, proporcionó a un gran poeta, Edgar Allan Poe creador de una de las corrientes fundamentales del Posromanticismo, el Simbolismo), y a Fenimore Cooper (discípulo de las novelas históricas de Scott). Se puede considerar un posromántico el originalísimo ensayista Henry David Thoreau, introductor de ideas anticipadas a su tiempo como la no violencia y el ecologismo, y autor del famoso ensayo Sobre la desobediencia civil.
En Rusia, el Romanticismo supuso toda una revolución, pues puso de moda el hasta entonces poco cultivado idioma ruso. El artífice de esta moda fue el gran poeta Alexander Pushkin, acompañado de numerosos seguidores.
En Portugal introdujeron el romanticismo Almeida Garret y Alejandro Herculano; puede considerarse posromántico al gran poeta Antero de Quental.
En España la ideología romántica entró muy pronto, pero el lenguaje romántico propiamente dicho tardó en ser asimilado, porque se asociaba estrechamente con contenidos ideológicos que se consideraban emparentados con el Siglo de Oro y la propia tradición absolutista española. Pero cuando los románticos liberales españoles, emigrados por vicisitudes políticas, entraron en contacto con el Romanticismo europeo, trajeron ya ese lenguaje a la muerte del rey Fernando VII en 1833. Destacan especialmente el cubano José María de Heredia, José de Espronceda (el más genuinamente byroniano), el periodista Mariano José de Larra y José Zorrilla (poeta y autor dramático autor de la famosa pieza Don Juan Tenorio). Poetas posrománticos pueden considerarse Gustavo Adolfo Bécquer, la gallega Rosalía de Castro y Jaime Ferrán, que tuvieron un contacto más directo con la lírica germánica de Heinrich Heine.