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Escuela de los Annales

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La Escuela de los Annales (en francés: École des Annales) es una corriente historiográfica surgida en torno a la revista Annales d'histoire économique et sociale, fundada en 1929 por Lucien Febvre y Marc Bloch.

Sin consistir realmente una escuela en el sentido clásico del término, los historiadores de Annales dominaron prácticamente a toda la historiografía francesa desde la segunda mitad del siglo XX, y sus ideas han tenido una enorme difusión en el mundo occidental, reemplazando al historicismo como modelo hegemónico para la práctica historiográfica.

En la revista se publicaron los principales aportes de la corriente, y en su comité editorial que se sucedieron algunos de sus mayores exponentes, como los citados Bloch y Febvre, Fernand Braudel, Pierre Nora, Jacques Le Goff y Roger Chartier. Desde 1947, su principal foco de influencia fue la VI sección de la École Practique des Haute Études, germen de la actual Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS, por sus siglas en francés).

La llamada Nueva historia suele considerarse como una evolución ulterior de la corriente de Annales.

Características

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La «corriente de los Annales» se fundó en oposición a la escuela metódica, dominante en Francia a inicios del siglo XX. Los metódicos ponían en el centro de la investigación a los individuos ("grandes hombres") y a los acontecimientos políticos y militares mientras que privilegiaban a la crítica de las fuentes como el principal método de la Historia. Contra este enfoque, Bloch y Febvre desarrollaron una historia social preocupada por los procesos históricos y las estructuras socioeconómicas. Ambos impulsaron la interdisciplinariedad como un principio rector de la historiografía, permitiendo así la incorporación de métodos y temáticas de otras ciencias sociales, como la geografía y la sociología.

Haciendo de las sociedades el sujeto de la historia, los annalistes eligen perseguir el ideal de una historia total que busque abarcar todas las dimensiones posibles de la vida social. El historiador en esta corriente adhiere a un modo de escribir la historia desde el planteamiento de problemas que resolver o preguntas que contestar,[1]​ postura heredada de las ciencias naturales y, en segundo término, de las sociales. Además, a diferencia del historicismo, estos autores toman conciencia de que no están escribiendo sobre el pasado reproduciéndolo de modo fiel sino interpretándolo, partiendo de sus propios conceptos y subjetividades, así como de teorías, para escribir su versión del fenómeno histórico sobre el que trabajan. La subjetividad del investigador, lejos de constituir un obstáculo, es un presupuesto necesario para una investigación consecuente con la empresa de una historiografía contemporánea, orientada por los problemas y el conocimiento del presente. Así lo define Bloch: "No hay, pues, más que una ciencia de los hombres en el tiempo, y esa ciencia tiene la necesidad de unir el estudio de los muertos con el de los vivos"[2]

En cuanto a las fuentes de la historia, la corriente de Annales amplió el abanico de recursos de los que dispone el historiador. Todos aquellos elementos que puedan ilustrar sobre el comportamiento humano en el tiempo son susceptibles de convertirse en fuentes, lo cual permite abarcar desde la cultura material y las imágenes artísticas hasta los testimonios de la cultura oral. El acercamiento a las ciencias económicas, por otra parte, dio a los índices de precios y los datos contables una importancia tan grande o mayor que la de las fuentes primarias, privilegiadas hasta entonces por la historiografía tradicional.

La novedad más característica de la corriente de Annales consistió el enfoque de la historia social, seguido por la llamada historia de las mentalidades. Más específicamente, se le pueden atribuir desarrollos importantes y originales en los campos de la historia agraria, la historia demográfica, la historia serial, la geohistoria, la historia comparada, la historia cultural, la antropología histórica, la historia de las mujeres, la historia del libro, la historia de la vida cotidiana, la historia de las sensibilidades y los estudios sobre la memoria histórica.

Nacimiento

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La revista Annales[3]​ fue fundada por los historiadores franceses Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929, mientras enseñaban en la Universidad de Estrasburgo. Ambos propugnaban una ampliación en los temas de estudio de la Historia, y rechazaban el énfasis predominante en la política, la diplomacia, y los hechos bélicos al que suscribían muchos de los historiadores del siglo XIX y principios del XX. Influenciados por el trabajo de los historiadores Henri Berr y Henri Pirenne, como también de los planteamientos de la sociología durkheimiana, Bloch y Febvre buscaron buscaron captar el hecho histórico en su totalidad. En adelante, la historia ya no es más definida como el estudio de los hechos del pasado sino, como diría Bloch: "la ciencia de los hombres en el tiempo".

No obstante el afán de renovación que buscaba la revista, el esfuerzo de sus editores debió esperar a que terminara la Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación nazi, Bloch fue miembro activo de la resistencia francesa y vivió en la clandestinidad antes de ser torturado y asesinado por miembros de la Gestapo en 1944. Aun así, logró redactar durante estos años la Apología para la Historia o el oficio del historiador, lejos de su biblioteca y de cualquier centro de investigación. Esta obra llegaría a convertirse en los años posteriores en el manifiesto de los primeros Annales.

Ya en la posguerra, la Fundación Rockefeller buscó fundar en Francia un centro de investigación de alto nivel en Ciencias Sociales, capaz de proponer un enfoque alternativo al marxismo. Esta iniciativa resultó en la creación de la VI sección de la École Pratique des Hautes Études, abocada al estudio de las "ciencias económicas y sociales" . Lucien Febvre, quien había ejercido la dirección de la revista en solitario desde la guerra, fue elegido para dirigir el instituto, liderando hasta su muerte la primera gran expansión de la corriente de Annales.

La segunda generación

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Placa en el n.º 59 de la calle Brillat-Savarin, en París 13, donde vivió el historiador Fernand Braudel del año 1970 al año 1985.

La publicación en 1949 de El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II marcó un punto de inflexión en la historia de Annales. Su autor, Fernand Braudel, había desarrollado en prisión la idea central del libro, y posteriormente la expandió como parte de su tesis doctoral bajo la dirección de Febvre. La obra tuvo un notable impacto y le dio a Braudel un gran renombre dentro del campo historiográfico, a la vez que consolidó la posición de Annales como el centro de la renovación historiográfica en Europa.

Lo novedoso de la metodología ofrecida por Braudel consistió en primer lugar en su objeto: haciendo foco en las transformaciones globales del siglo XVI, eligió por presentar al Mar Mediterráneo como una totalidad que trasciende a los individuos, los reinos y las sociedades específicas. En su mirada, los cambios y continuidades se observan allí donde se cruzan la historia y la geografía, razón por la cual se vuelve necesario adoptar una perspectiva de larga duración (longue durée) que contemple los lentos e imperceptibles -casi estáticos- movimientos de la geohistoria.

La otra gran innovación se halla ligada a la primera. En El Mediterráneo, Braudel da cuenta de que el tiempo histórico no es lineal y uniforme: los fenómenos sociales tienen diferentes ritmos de cambio y duración, razón por la cual se vuelve necesaria una categorización que contemple la pluralidad del tiempo histórico. Así, tendríamos el tiempo de larga duración, o de las estructuras; el tiempo de media duración, o de las coyunturas; y el tiempo de corta duración, o del acontecimiento. Mientras que la historia tradicional sólo se dedicaba a este último, Braudel buscó integrar los tres, realizando el intento más logrado de una historia total que abarque todas las dimensiones de la vida social.[4][5]

Junto a El Mediterráneo, los trabajos de Ernest Labrousse sobre la historia de los precios llegaron a conformar los puntos más destacados de una segunda generación de los Annales, formada en los métodos de la historia socioeconómica. Otros grandes exponentes serían Pierre Chaunu y Pierre Goubert, también dando primacía a los fenómenos de larga duración por encima de los cambios superficiales del acontecimiento, como también a las estructuras por sobre los individuos, en sintonía con el estructuralismo en voga en la academia francesa. Por su parte, la historia cultural, o historia de las mentalidades, pasó a un segundo plano y ciertamente no predominante, pero logró hallar continuidad en la obra del propio Febvre hasta su muerte, así como en las de Robert Mandrou, Georges Duby, Alphonse Dupront y Jacques Le Goff.

Braudel sucedió naturalmente a su maestro en la dirección de la VI sección y del comité de la revista de Annales. Progresivamente, fue tomando el control de las becas francesas y de algunas internacionales, consolidando su hegemonía académica en Francia y un imperio apoyado en satélites internacionales y en el mecenazgo de la Fundación Rockefeller. Ante la progresiva consolidación de su poder se produjeron escisiones voluntarias (Mandrou, Morenze) y depuraciones como la que llevó a cabo en 1969 sobre el comité editorial, imponiendo a sus discípulos más leales, como Marc Ferro o Jacques Le Goff.

Por otra parte, en 1979 Braudel publicaría Civilización material, economía y capitalismo (XVI-XVIII). En esta obra, en gran parte influenciada por las teorías de Immanuel Wallerstein, Braudel analiza la civilización europea haciendo foco en las actividades económicas, todavía desde un esquema trino: la base, o “civilización material”, donde se sitúa toda la actividad de base que escapa al mercado; la “economía” propiamente dicha, que analiza desde la perspectiva de la competencia perfecta y la regularidad del mercado; y un tercer ámbito donde actúa el juego de las “jerarquías sociales activas”, el monopolio y el privilegio. Este último es, para Braudel, el ámbito de un “capitalismo” que escapa a las reglas del mercado y que es sinónimo de especulación.

Durante esta etapa, la Escuela de Annales mantuvo un diálogo pragmático historiadores marxistas como Georges Lefebvre y Pierre Vilar, dadas las inquietudes teórico-metodológicas presentes en ambas tradiciones. Sin embargo, desde el materialismo histórico se ha criticado a Braudel por desplazar o postergar dentro del análisis histórico a las relaciones de producción entre las clases dominantes y las clases explotadas. Esto tanto en el caso de la servidumbre feudal como en las diversas formas de explotación capitalista.

Para Alain Guerreau, Braudel proporciona una salida a la difícil situación del abandono de la teoría con su “motor de tres tiempos”. En El Mediterráneo, Braudel ideó una estructura caracterizada por sus distintos ritmos de evolución. En su base se situaría la “geohistoria”, la relación del hombre con el medio que le rodea. Luego, la estructura social de los “destinos colectivos y movimientos de conjunto”, subdividida en economías, imperios, civilizaciones, sociedades y formas de guerra. Para terminar, Braudel sitúa a “los acontecimientos, la política y los hombres” como la espuma de las olas que chocan contra la roca de las estructuras. El problema de esta estructuración lo supone el hecho de que crea un esquema holista en el que no encontramos relación causal entre sus partes. Al enmarcarlo todo en una explicación determinista, apenas aporta datos de la transición del feudalismo al capitalismo.

La tercera generación

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Al iniciar la década de los setenta Braudel, se retiró de Annales por discrepancias internas. Con su salida, se abrió paso una tercera generación caracterizada por su heterogeneidad, al carecer de un consenso metodológico, político o intelectual. Es posible subrayar, no obstante, el interés de sus integrantes por estudiar la cultura e incrementar la presencia pública de la historiografía.

Estos historiadores, encabezados por Jacques Le Goff y Pierre Nora, adoptaron para su enfoque la denominación de Nueva Historia. Según Le Goff, ésta habría nacido para responder nuevas preguntas a un público más amplio, incorporando los métodos de la antropología para explicar el cambio y la continuidad en las estructuras mentales de las sociedades. Se acude a categorías como las de imaginario social, ideologías y, principalmente, mentalidades, para dar cuenta del "contenido impersonal del pensamiento", siguiendo los avances de Lucien Febvre, Jules Michelet y Michel Foucault. La así llamada historia de las mentalidades convierte en objeto de análisis por derecho propio las actitudes frente al orden social, pero también hacia la sexualidad, la muerte, la niñez y la familia, el tiempo, la usura, el consumo, el cuerpo e incluso los olores.

La Nueva Historia también acusó una recuperación del interés por el acontecimiento y por la historia política, e incluso por las biografías, temas excluidos de la agenda historiográfica por la generación anterior. Así, Duby realizó monografías sobre las figuras de Guillermo el Mariscal y Leonor de Aquitania, como también una renovadora interpretación de la Batalla de Bouvines que fue llevada a la pantalla chica. La biografía del rey Luis IX de Francia de Le Goff fue uno de los mayores éxitos de la Bibliothèque des histoires de Éditions Gallimard. Dicha colección, dirigida por Pierre Nora, fue uno de los canales privilegiados para difundir la obra de esta generación, contando con varios éxitos editoriales como Montaillou, aldea occitana de Emmanuel Le Roy Ladurie.

La amplia llegada al público de los nuevos historiadores no lograba disimular la imprecisión de sus pretensiones holísticas. Sus críticos no tardaron en señalar que el empleo difuso de conceptos como mentalidades, inconsciente colectivo o psicohistoria dotaba de gran debilidad empírica a las grandes generalizaciones de los annalistes de la tercera generación. El supuesto de que es posible inferir una misma mentalidad para todo el tejido social, sin mayores distinciones, fue seriamente cuestionado incluso dentro de la misma corriente de Annales.

La obra historiográfica de François Furet puede considerarse un desprendimiento de la Nueva Historia, muy crítico con las interpretaciónes de la Revolución predominantes hasta la década de 1970 en la academia francesa. Aunque el propio Furet sucedió en 1977 a Le Goff en la presidencia de la EHESS, tanto su actividad como la de los intelectuales del Centre de recherches politiques Raymond Aron (Pierre Rosanvallon, Marcel Gauchet, Claude Lefort, Pierre Manent) se diferencia de la corriente principal de Annales, hallándose más cerca de la novísima historia político-intelectual.

La cuarta generación

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El panorama hacia fines de la década de 1980 era el de una crisis de los grandes paradigmas que habían orientado la investigación en ciencias sociales, como el estructuralismo, el materialismo histórico o la historia cuantitativa. El progresivo abandono de la historia económica, de la larga duración y de las grandes síntesis tendió a parcelar el campo historiográfico y el alcance de las investigaciones, hecho que fue visto como un "desmigajamiento" de la historia por historiadores como François Dosse. Aún sin adherir al diagnóstico de una presunta "crisis de la Historia", los historiadores de Annales recogieron las críticas a la Nueva Historia para renovar la disciplina siguiendo las banderas de la innovación y la experimentación metodológica, que habían dado a la revista su estatus como referencia mundial.

En los editoriales de Annales de 1989 y 1990, Betrand Lepetit llamó a por un giro crítico (tournant critique) que profundice la problematización en torno a los juegos de escalas y la escritura de la historia, considerando que éstas eran las dos perspectivas con mayor proyección para la renovación historiográfica. En adelante, se buscó privilegiar las estrategias de los sujetos para significar y constituir su realidad social en contextos de cambio, en lugar de deducirlos en función de su pertenencia a estructuras sociales, económicas y culturales.[6]​ Así, evitando el determinismo estructuralista tanto como el individualismo metodológico, los historiadores se mostraron dispuestos a incorporar los desarrollos de la antropología simbólica y, principalmente, de la teoría de las prácticas culturales para poner a las representaciones sociales en el centro del análisis.

Esta "cuarta generación" de Annales tomó mayor visibilidad pública a partir de la obra de Roger Chartier y sus colegas en torno a la cultura popular en la sociedad del Antiguo Régimen, y los así llamados orígenes culturales de la Revolución francesa. En sus trabajos sobre la literatura popular, Chartier investigó las prácticas de lectura, edición, traducción, y distribución de los textos impresos, además de la escritura de los mismos, renovando completamente el antiguo campo de la historia del libro. Alain Corbin, por su parte, retomó a partir del enfoque microhistórico el llamado de Febvre a por una historia de las sensibilidades, dando cuenta de los cambios culturales reflejados en las representaciones sobre el olor, el ruido, las emociones y las sensaciones corporales en la sociedad francesa. Otra línea de investigación es la nueva historia urbana, que Bernard Lepetit fundó en Francia investigando la construcción del sistema de relaciones que constituye a la ciudad como espacio social y escala de análisis[1]. Finalmente, el trabajo de François Hartog en torno a los regímenes de historicidad dio legitimidad como campo a la historia de las representaciones del tiempo, en diálogo con la historia conceptual de Reinhart Koselleck. [2]

Desde fines del siglo XX los historiadores de Annales continúan realizando grandes aportes al campo historiográfico, aún sin detentar una posición prominente como en tiempos de Braudel. Varias de sus producciones se inscriben y contribuyen al desarrollo de nuevas pespectivas como la microhistoria, la nueva historia política, los estudios de género, la historia de la memoria y, principalmente, la nueva historia cultural. En cambio, menor aceptación tuvieron las tesis narrativistas respecto a las implicancias del giro lingüístico en historiografía, lo cual fue expresado en la abierta crítica de Chartier al filósofo Hayden White.[7]​ Otros historiadores de la EHESS como Hartog o Ivan Jablonka sí se mostraron más receptivos a esta perspectiva.

Miembros notables

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Entre los académicos que suelen considerarse parte de la Escuela de Annales, es posible destacar a los siguientes: Marc Bloch, Lucien Febvre, Fernand Braudel, Jean Meuvret, Pierre Chaunu, Robert Mandrou, Pierre Goubert, Ruggiero Romano, Alberto Tenenti, Georges Duby, Jean-Pierre Vernant, Jacques Le Goff, Marc Ferro, Emmanuel Le Roy Ladurie, Philippe Ariès, Pierre Vidal-Naquet, Michel de Certeau, Nathan Wachtel, Michel Vovelle, André Burguière, Pierre Nora, Michelle Perrot, Roger Chartier, Lucette Valensi, Arlette Farge, Alain Corbin, Jacques Revel, Mona Ozouf, François Hartog, Maurice Agulhon, Bernard Lepetit, Serge Gruzinski y Daniel Roche. Varios de ellos se formaron y realizaron gran parte de su actividad dentro de la EHESS, si bien no es este un criterio excluyente para caracterizar a la corriente. Por otra parte, figuras como Henri Berr, Maurice Halbwachs, Georges Lefebvre, Ernest Labrousse, Pierre Vilar, Michel Foucault, Pierre Bourdieu y François Furet mantuvieron una relación de influencia mutua con varios annalistes, a la vez que tomas de distancia más o menos marcadas dependiendo el caso.

Fuera de Francia

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Desde 1950 comenzaron a aparecer investigadores fuertemente influenciados por los annalistes. Es el caso de Hugh Trevor-Roper, quien fue el principal introductor de los métodos y la agenda de la historia social en Inglaterra y el mundo anglosajón. En Alemania Occidental, la escuela de Bielefeld buscó romper con el predominio de una tradición de historia político-institucional que allí era tan antigua como la misma disciplina historiográfica. Como parte de esta renovación también surgieron los enfoques de la historia conceptual de Reinhart Koselleck y la historia de la vida cotidiana de Alf Lüdtke. En Italia, historiadores destacados como Ruggiero Romano, Carlo Cipolla y Alberto Tenenti formaron parte del círculo braudeliano, décadas antes de que Carlo Ginzburg y Giovanni Levi hicieran famosa la microhistoria y motivaran su adopción por la misma escuela de Annales.

El diálogo con la historiografía marxista dio varios frutos al compartir ambas corrientes preocupaciones por las grandes transformaciones materiales que subyacen a los hechos históricos. En particular, el Grupo de Historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña se inspiró fuertementente en la longue durée y la historia social de Annales para desarrollar su enfoque de la historia desde abajo, del que Eric Hobsbawm y E. P. Thompson fueron sus exponentes más destacados.

Al otro lado del Atlántico, los Estados Unidos vieron desarrollarse una también influyente escuela de historia cuantitativa, similar en algunas de sus preocupaciones y métodos a la segunda generación de Annales. Aunque la mayor parte de los historiadores estadounidenses fueran reticentes a abandonar el crudo empirismo rankeano, algunas figuras marginales como Adam Schaff y Edward Hallett Carr bregaron por una historia centrada en las preguntas y las proyecciones del historiador. Ya desde los años 70, Robert Darnton, Natalie Zemon Davis, Lynn Hunt y Joan Scott desarrollaron un fructífero diálogo con la escuela de Annales, la historia social británica y la microhistoria italiana, para expandir la corriente de la nueva historia cultural, así como el emergente campo de la historia de género.

Bajo el exilio en Argentina, Claudio Sánchez-Albornoz fundó sus Cuadernos de Historia de España para continuar su empresa renovadora de la historiografía medieval, imposible de realizar en España bajo la dictadura franquista. Sánchez-Albornoz también colaboró con José Luis Romero y sus discípulos para extender la historia social en el Río de la Plata, esfuerzo que derivó en los trabajos pioneros de historiadores como Tulio Halperín Donghi, Nicolás Sánchez Albornoz, Reyna Pastor y José Carlos Chiaramonte. De Halperín, el mismo Braudel llegó a decir que "fue el único que entendió" su intención al escribir El Mediterráneo. En otros países de Latinoamérica, cabe citar al historiador mexicano Enrique Florescano, al colombiano Germán Colmenares y al chileno Mario Góngora como seguidores de la corriente annalista.

Obras historiográficas de los miembros de los Annales

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Bibliografía

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  • Aguirre Rojas, Ca.rlos. La escuela de los Annales: ayer, hoy y mañana, Rosario: Prohistoria Ediciones, 2005 (incompleto).
  • Bourdé, Guy; Martin, Hervé. Las escuelas históricas.
  • Borguière, André. La escuela de los Annales. Valencia: Universidad de Valencia, 2008, ISBN 9788437075181
  • Burke, Peter. La revolución historiográfica francesa. La escuela de los Annales, 1929-1984, Barcelona: Gedisa, 1999, ISBN 84-7432-506-4.
  • Dosse, François. La historia en migajas.
  • Fontana, Josep. Historia, análisis del pasado y proyecto social.
  • Iggers, GG. Historiography in the Twentieth Century: From Scientific Objectivity to the Postmodern Challenge. Wesleyand University Press: Connecticut, EE. UU.
  • Pasamar, La Historia Contemporánea. Aspectos teóricos e historiográficos, Madrid: Síntesis, 2000. pp 69 - 217.

Véase también

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Referencias

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  1. Febvre, L ( 1993) Combates por la Historia
  2. Bloch, Marc (2010). Introducción a la historia. México: Fondo de Cultura Económica. p. 50. 
  3. Daniel Álvarez, [https://web.archive.org/web/20160129050239/http://www.medieval-spain.com/Daniel/Daniel2.htm Archivado el 29 de enero de 2016 en Wayback Machine. La aportación de la te revista "ANNALES"
  4. Israel Nungaray González, Los tiempos históricos de Braudel, mayo de 2009.
  5. María Victoria Menéndez Jiménez, Comentarios sobre la obra de Fernand Braudel titulada "Civilización material, economía y capitalismo", "Revista Complutense de Historia de América", vol 12 (1987), págs 231-236.
  6. López, Abel Ignacio (1999). «La historiografía francesa de los años noventa». Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Consultado el 19 de mayo de 2024. 
  7. Araujo, C., Álvarez, M. A., y Medina, C. G. (2013). «Verdad y ficción en la historia: el debate entre Hayden White y Roger Chartier». Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy. Consultado el 19 de mayo de 2024. 

Enlaces externos

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