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Diferencia entre revisiones de «Democracia ateniense»

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El término "democracia", se refiere al "''demos-kratos''" (δεμοσκρατοs; ''demos'' = pueblo, ''kratos'' = gobierno). La democracia floreció en la [[Antigua Grecia]], específicamente en la [[Atenas]] del [[siglo V a. C.|siglo V a. C.]] ([[el siglo de Pericles]]). Por ello se le denomina frecuentemente como '''democracia ateniense'''. Tuvo una vida relativamente prolongada en comparación con las democracias liberales actuales, pues puede hablarse de período democrático en Atenas desde las reformas de [[Clístenes]] alrededor de [[siglo VI a. C.|510 a. C.]] hasta la supresión de las instituciones democráticas a causa de la hegemonía macedonia en [[años 320 a. C.|322 a. C.]]
El término hijos de puta es q me cago en vuestra madre
"democracia", se refiere al "''demos-kratos''" (δεμοσκρατοs; ''demos'' = pueblo, ''kratos'' = gobierno). La democracia floreció en la [[Antigua Grecia]], específicamente en la [[Atenas]] del [[siglo V a. C.|siglo V a. C.]] ([[el siglo de Pericles]]). Por ello se le denomina frecuentemente como '''democracia ateniense'''. Tuvo una vida relativamente prolongada en comparación con las democracias liberales actuales, pues puede hablarse de período democrático en Atenas desde las reformas de [[Clístenes]] alrededor de [[siglo VI a. C.|510 a. C.]] hasta la supresión de las instituciones democráticas a causa de la hegemonía macedonia en [[años 320 a. C.|322 a. C.]]
También hay que citar como antecedente al sistema timocrático establecido en Atenas por la Constitución de [[Solón]] en el año 594 a. C.
También hay que citar como antecedente al sistema timocrático establecido en Atenas por la Constitución de [[Solón]] en el año 594 a. C.



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El término "democracia", se refiere al "demos-kratos" (δεμοσκρατοs; demos = pueblo, kratos = gobierno). La democracia floreció en la Antigua Grecia, específicamente en la Atenas del siglo V a. C. (el siglo de Pericles). Por ello se le denomina frecuentemente como democracia ateniense. Tuvo una vida relativamente prolongada en comparación con las democracias liberales actuales, pues puede hablarse de período democrático en Atenas desde las reformas de Clístenes alrededor de 510 a. C. hasta la supresión de las instituciones democráticas a causa de la hegemonía macedonia en 322 a. C. También hay que citar como antecedente al sistema timocrático establecido en Atenas por la Constitución de Solón en el año 594 a. C.

Atenas fue una de las primeras democracias conocidas (aunque algunas investigaciones antropológicas sugieren que los comportamientos democráticos fueron probablemente habituales en algunas sociedades apátridas mucho antes de la época de esplendor de Atenas). Otras ciudades griegas también establecieron democracias, pero no todas siguiendo el modelo ateniense, y desde luego ninguna fue tan poderosa ni tan estable (o bien documentada) como la de Atenas. Sigue siendo un experimento único e intrigante en la democracia directa, donde la gente no elige a representantes para votar en su nombre, sino que desarrollaban la legislación y ejercían el poder ejecutivo de manera personal. No obstante, la participación no era ni mucho menos universal, pero dentro de los que participaban apenas influía el poder económico, y la cantidad de gente involucrada era enorme. La opinión pública de los votantes estaba influenciada notablemente por la sátira política realizada por los poetas cómicos en los teatros.

Solón (594 a. C.), Clístenes (509 a. C.) y Efialtes de Atenas (462 a. C.) contribuyeron al desarrollo de la democracia ateniense. Los historiadores discrepan sobre cuál de ellos fue responsable de la creación de cada una de las instituciones, y cuáles de ellas representaron más fielmente un movimiento verdaderamente democrático. Lo más habitual es tomar como referencia de partida de la democracia a Clístenes, puesto que la constitución de Solón fue abolida y substituida por la tiranía de Pisístrato, mientras que Efialtes revisó la constitución de Clístenes de una forma relativamente pacífica.

Sin embargo, el líder democrático más conocido y longevo fue Pericles; después de su muerte, el régimen democrático ateniense fue interrumpido dos veces por la revolución oligárquica hacia el final de la Guerra del Peloponeso. El sistema democrático fue modificado ligeramente después de ser restaurado gracias a Eucleides; de hecho, la mayoría de las descripciones detalladas del sistema datan de esta época y no del sistema original de Pericles. Fue suprimido por los macedonios en 322 a. C. Las instituciones atenienses fueron de nuevo restauradas más adelante, pero hasta qué punto llegaron a suponer una verdadera democracia es discutible.

Etimología

La palabra “democracia” (del griego δημοκρατια) combina los elementos δημος (demos, que significa ‘gente’) y κρατος (kratos, que significa ‘fuerza’ o ‘energía’). En las palabras “monarquía” y “oligarquía”, el sufijo -arquía (arche) significa ‘gobierno’ o ‘liderazgo’. Es posible que el término “democracia” fuera acuñado por sus detractores, los cuales rechazaron la posibilidad, por así decir, de que pudiera existir una “demarquía”. Fuera cual fuera su significado original, el término fue adoptado por los demócratas atenienses.

La palabra se atestigua en textos de Heródoto, que escribió algo de la prosa griega más antigua que se conserva, pero incluso pudo no haber existido antes de 440 o 430 a. C. No es en absoluto cierto que la palabra se remonte al principio de la democracia.

Ciudadanía

Esquema de los sistemas políticos de la Antigua Grecia.

Tamaño y composición de la población ateniense

Las estimaciones de la población de la antigua Atenas varían. Durante el siglo IV a. C., en el Ática bien pudo haber habido entre 250.000 y 300.000 personas. Las familias de los ciudadanos podrían haber ascendido a 100.000 personas y de ellas, unos 30.000 serían los varones adultos que tenían derecho a votar en la asamblea. A mediados del siglo V a. C., el número de varones adultos con la condición de ciudadanos pudo haber llegado a los 60.000, pero este número se redujo de manera brusca durante la Guerra del Peloponeso. Esta reducción se acabó haciendo permanente debido a la introducción de una definición más excluyente de la condición de ciudadanía. Desde una perspectiva moderna estas cifras parecen irrisorias, pero en el mundo de las ciudades-estado griegas, Atenas era enorme: la mayor parte de las mil ciudades griegas probablemente albergaban solamente a un promedio de 1000 a 1500 ciudadanos varones adultos. Corinto, una potencia de la época, tenía a lo sumo 15.000.

Los no ciudadanos de la población fueron divididos entre los extranjeros residentes (metecos) y los esclavos, estos últimos quizás algo más numerosos. Alrededor de 338 a. C. el orador Hipérides afirmó que había unos 150.000 esclavos en el Ática, aunque esta cifra no fuera probablemente más que una estimación: los esclavos excedían en número a los ciudadanos pero no en una proporción tan grande.

Ciudadanía en Atenas

Solamente los varones adultos que fuesen ciudadanos y atenienses, y que hubiesen terminado su entrenamiento militar como efebos tenían derecho a votar en Atenas. Esto excluía a una mayoría de la población, a saber: esclavos, niños, mujeres y metecos. También se rechazó a los ciudadanos cuyos derechos estuviesen en suspensión (típicamente por la atimia, consistente en no haber pagado una deuda a la ciudad); para algunos atenienses esto significaba la incapacitación permanente (e incluso hereditaria). No obstante, al contrario que en las sociedades oligárquicas, no había requisitos de posesión de riquezas o propiedades que limitaran el acceso a la ciudadanía (las clases económicas de la constitución de Solón permanecían en la legislación, pero eran papel mojado).

A pesar del ancestral y exclusivo concepto de ciudadanía que se mantuvo en las ciudades-estado griegas, una porción relativamente grande de la población participó en el gobierno de Atenas y de otras democracias similares. En Atenas algunos ciudadanos eran mucho más activos que otros, pero el gran número de personas requeridos sólo para que el sistema funcionase atestiguan la enorme participación que se daba entre los que tenían derecho a ello, cantidades que exceden de lejos las de cualquier democracia de hoy en día.

Los ciudadanos atenienses debían ser descendientes legítimos de otros ciudadanos –después de las reformas de Pericles y de Cimón en 450 a. C. hijos de padre y madre ateniense, exceptuando a los niños de hombres atenienses y de mujeres extranjeras. Aunque la legislación no fuera retrospectiva, cinco años después se redujo en unos 5000 el número de ciudadanos deregistrados. La ciudadanía podría asimismo ser concedida por la Asamblea y en ocasiones fue otorgada a grandes grupos de gente (Platea en el 427 a. C., samios en el 405 a. C.) pero a partir del siglo IV a. C., solamente se podía otorgar de forma individual y mediante una votación especial con un quórum de 6000. Generalmente era una recompensa por un cierto servicio al Estado. En el transcurso de un siglo el número de condiciones de ciudadanía otorgadas se podía estimar en cientos más que en miles.

Participación ciudadana

El ciudadano como iniciador

Las instituciones descritas anteriormente - Asamblea, funcionarios, Consejo, tribunales - están incompletas sin la figura que administraba el sistema, el Ho boulomenos, que significa “cualquier persona que lo desee”. Esta expresión denotaba el derecho de los ciudadanos de tomar la iniciativa: para hablar en la Asamblea, para iniciar un juicio público (que pudiera afectar a toda la comunidad política), para proponer una ley ante los legisladores o para proponer sugerencias al Consejo. Al contrario que los funcionarios, el ciudadano iniciador no era examinado antes de acceder al cargo ni tenía que rendir cuentas después de finalizar –a fin de cuentas no tenía ningún cargo que defender y su propuesta podía durar solamente un momento.

El grado de participación de los ciudadanos oscilaba enormemente, desde no hacer prácticamente nada hasta algo similar a una ocupación de tiempo completo. Pero incluso para el ciudadano más activo, la base formal de su actividad política era la invitación que todos tenían a participar (cada ciudadano libre, ateniense y varón) resumida por la frase “cualquiera que lo desee”. Había entonces tres funciones básicas: los funcionarios organizaban y llevaban a cabo los protocolos administrativos; el Ho boulomenos era el iniciador y el ponente; y finalmente la gente, reunida en la Asamblea o en un tribunal, tomaba las decisiones, entre sí o no, o entre las alternativas en cada caso.

Los funcionarios

La administración estaba en las manos de los funcionarios, algo más de un millar cada año. Eran seleccionados mayoritariamente por sorteo, aunque unos pocos (los más prestigiosos) eran elegidos por votación. Nada de esto era obligatorio; los individuos tenían que postularse para ser elegidos por ambos métodos. Generalmente el poder que tenían estos funcionarios no iba más allá de la administración rutinaria y limitada. Particularmente, los seleccionados por sorteo eran ciudadanos que no tenían ninguna habilidad ni conocimiento en particular. Esto era casi inevitable puesto que, con la excepción notable de los generales (strategoi), cada funcionario podía ejercer su cargo solamente una vez en la vida. Era algo inherente al sistema democrático, que perseguía la implicación y no la profesionalización. En la versión del régimen del siglo V a. C., los diez generales electos anualmente solían ser ciudadanos muy prominentes, pero los que realmente tenían poder eran los que pronunciaban discursos de forma frecuente y eran respetados por la Asamblea, y no los que desempeñaban un cargo. Mientras que los ciudadanos que votaban en la asamblea eran individuos que estaban libres de examen o castigo, esos mismos ciudadanos, cuando ocupaban un cargo servían a la gente, y podrían ser castigados severamente. Todos estaban expuestos a una revisión previa que podía inhabilitarlos para el cargo y un examen posterior tras su salida. Los funcionarios eran los “empleados” de la gente, no sus representantes.

Los ciudadanos que ocupaban un cargo participaban en la democracia en un modo absolutamente distinto de cuando votaban en la asamblea o pertenecían a un jurado. La asamblea y los tribunales eran considerados como una instancia de la población de Atenas: eran simplemente la gente, ningún poder estaba sobre ellos y no podrían rendir cuentas, ser acusados o ser castigados. Sin embargo, cuando un ateniense tomaba un cargo de funcionario, era visto como un “sirviente” de la ciudadanía. Como tal, podría ser recriminado por no hacer las cosas como debía y ser castigado. Había dos métodos de seleccionar a los funcionarios, por sorteo o por elección. Unos 1100 ciudadanos (incluyendo el Consejo de los 500) desempeñaban un cargo como funcionarios cada año y de éstos, alrededor de 100 eran electos por votación.

Elección de cargos públicos

Cargos seleccionados por sorteo (asignación)

La elección por sorteo era lo más habitual ya que era vista como lo más democrático: las elecciones favorecerían a los más ricos, elocuentes y famosos, mientras que el sorteo repartía el trabajo de la administración entre toda la ciudadanía, integrándolos dentro de la experiencia democrática que, en palabras de Aristóteles, suponía “gobernar y ser gobernado en turnos” (Política 1317b28-30). La asignación por sorteo de un cargo a un individuo estaba basada simplemente en su condición de ciudadano, y no en su mérito o cualquier forma de popularidad que pudiera ser comprada. Este método fue considerado un medio para prevenir la compra corrupta de votos y dar a los ciudadanos una igualdad política total, ya que todos tenían la misma probabilidad de obtener un cargo gubernamental.

La asignación aleatoria de una responsabilidad a un individuo que puede o no ser competente tiene riesgos obvios, pero el sistema incluía algunos mecanismos para evitar estos posibles problemas. Los atenienses seleccionados por sorteo desarrollaban su labor como equipos. En un grupo lo más habitual es que alguien conozca la manera correcta de hacer las cosas, y los que no lo sepan pueden aprender de los que sí lo hagan. Durante el tiempo que dura el desempeño de un cargo particular, cada miembro del equipo está observando a todos los demás. Había sin embargo funcionarios tales como los nueve arcontes, que pese a que conformaban aparentemente un grupo de trabajo, llevaban a cabo funciones muy diversas.

Había de hecho algunas limitaciones en cuanto a quién podría ser funcionario. Las restricciones de la edad eran de treinta (y en algunos casos cuarenta) años como mínimo, dejando a un tercio de los ciudadanos inelegibles en un momento dado. Una proporción desconocida de ciudadanos estaba también sujeta a la marginación (atimia), algunos de ellos de forma permanente y otros temporalmente. Además, se examinaba a todos los ciudadanos electos antes de que tomaran posesión (dokimasia), proceso tras el cual podrían ser descalificados. La capacitación no parece haber sido el principal impedimento, pero sí el hecho de que, al menos en el siglo IV a. C., fueran demócratas leales o tuvieran tendencias oligárquicas. Después de abandonar el cargo se sometían a un escrutinio (euthunai). Ambos procesos eran en la mayoría de los casos breves y estándares. En el caso de que un escrutinio resultase negativo y fuera a juicio, el funcionario corría el riesgo de sufrir penas severas. Incluso durante su mandato, cualquier funcionario podría ser acusado y ser destituido del cargo por la Asamblea. En cada una de las diez “reuniones principales” (kuriai ekklesiai) del año, la pregunta era planteada explícitamente en el orden de la Asamblea: ¿Los funcionarios realizan sus deberes correctamente?

Ningún cargo designado por sorteo podía ser desempeñado dos veces por el mismo individuo. La única excepción era la Boulé o el Consejo de los 500. En este caso, simplemente por necesidad demográfica, un individuo podría desempeñar sus funciones dos veces en la vida. Este principio se extendió a los secretarios y subsecretarios que ejercían como ayudantes de algunos magistrados como los arcontes. Más que la incompetencia, parece ser que a los atenienses lo que más les preocupaba era la tendencia a utilizar el cargo como una forma de acumular poderes.

Las competencias de los funcionarios fueron delimitadas de forma exacta y su capacidad de iniciativa era limitada. Administraban más que gobernar. En cuanto a las sanciones penales, ningún funcionario podría imponer una multa superior a cincuenta dracmas. Cualquier multa mayor tenía que ir a un tribunal.

Cargos electos (por votación)

Aproximadamente unos cien funcionarios de un total de un millar eran electos mediante votación. Había dos tipos: los que debían manejar grandes cantidades de dinero, y los 10 generales, los strategoi. Una razón por la que se elegía a los funcionarios encargados de las finanzas era que cualquier desfalco se podría recuperar de su patrimonio; la elección de hecho favorecía fuertemente a los ricos, ya que la riqueza era de facto un requisito ineludible.

En cuanto a los generales, su elección no sólo se debía a que eran necesarios unos conocimientos específicos, sino también a que debían ser preferiblemente gente con experiencia y contactos en el mundo griego donde tenían lugar la mayoría de las guerras. En el siglo V a. C., y según lo que se conoce a través de la figura de Pericles, los generales solían estar entre la gente más influyente de las polis. Pero incluso en el caso de Pericles, es incorrecto vincular su poder a su larga trayectoria como general a lo largo de los años (junto con otros nueve). Su cargo era más bien resultado de la enorme influencia que tenía. Esa influencia estaba basada en su relación con la Asamblea, una relación que en primera instancia reside simplemente en la posibilidad de que cualquier ciudadano pudiera levantarse y hablar. Durante el siglo IV a. C., los papeles de general y de portavoz político en la Asamblea tendieron a ser desempeñados por distintas personas. En parte esto fue consecuencia de las técnicas de guerra cada vez más especializadas llevadas a cabo en el período posterior.

Los cargos electos estaban también sometidos a revisión antes de ostentar el cargo y al escrutinio tras la salida. Y podían ser destituidos en cualquier momento de la reunión de la Asamblea. Por ejemplo, en el siglo V a. C., los 10 tesoreros de la liga de Delos (los hellenotamiai) fueron acusados de malversación de fondos. Uno por uno, fueron enjuiciados, condenados y ejecutados antes del juicio del décimo de ellos, en el cual se descubrió un error de contabilidad que los exculpaba a todos. Este último tesorero fue puesto en libertad (Antífona 5.69-70).

Otro aspecto interesante de la democracia ateniense consiste en que la ley no permitía proponer ni votar decisiones sobre la guerra a los ciudadanos que tenían propiedades cerca de los muros de la ciudad - sobre la base de que tenían un interés personal en el resultado de tales guerras-, porque una práctica habitual de cualquier ejército invasor consistía en aquel entonces en destruir todo lo que estuviera fuera de los muros. Un buen ejemplo del desprecio de los primeros demócratas por aquellos que no participaran en política se puede encontrar en la palabra moderna “vago", la cual aludía a una persona que no estaba involucrada en la política; tal término era utilizado con desprecio y así adquirió su significado moderno. En su discurso fúnebre, Pericles dijo: “no es que consideremos al que no participa en estos asuntos como poco ambicioso, sino como inútil.”

Las instituciones gubernamentales

Había tres organismos políticos donde los ciudadanos participaban en números que sobrepasaban los cientos e incluso los miles. Se trata de la asamblea (en algunos casos con un quórum de 6000), el consejo de los 500 (Boulé) y los tribunales (mínimo de 200 personas, pero en algunas ocasiones hasta 6000). De estas tres instituciones, son la Asamblea y los tribunales los verdaderos órganos de poder. A mediados del siglo IV a. C. las funciones judiciales de la Asamblea fueron acortadas en gran parte, aunque guardó siempre un papel relevante en el inicio de ciertos tipos de juicios políticos.

La Asamblea (Ekklesía)

Los acontecimientos centrales de la democracia ateniense eran las reuniones de la Asamblea (Ekklesía). Al contrario que en un Parlamento, los miembros no eran elegidos, sino que eran ciudadanos que podían asistir cuando quisieran. La democracia creada en Atenas era directa, no representativa como las actuales: cualquier varón adulto que fuera ciudadano y mayor de 20 años podía participar, y era un deber hacerlo. Los funcionarios de la democracia estaban en parte elegidos por la Asamblea y en parte por sorteo.

La Ekklesía tenía cuatro funciones principales:

  • llevar a cabo las ordenes ejecutivas (decretos, tales como la decisión de ir a la guerra o la concesión de ciudadanía a un extranjero)
  • elegir a algunos funcionarios
  • legislar
  • juzgar delitos y crímenes políticos.

A medida que evolucionó el sistema, estas dos últimas funciones pasaron a manos de los tribunales de justicia. El formato estándar era el de los oradores que hacían los discursos a favor y en contra de un asunto seguidos por una votación (generalmente a mano alzada) de sí o no. Aunque podía haber bloques de opinión en algunas decisiones cruciales, a veces permanentes, no había partidos políticos y tampoco existía un gobierno ni oposición. De hecho, el “gobierno” eran los oradores cuyas propuestas se aprobaban en un día particular. [cita requerida] La votación era por mayoría simple. En el siglo V apenas estaba limitado el poder de la asamblea. Si la asamblea infringía la ley, la única cosa que podía pasar a mayores es que se sancionara a los que habían hecho la propuesta en cuestión.

Como era costumbre en las democracias antiguas, cada individuo tenía que acudir físicamente a una reunión para votar. El servicio militar o simplemente la distancia impedían el ejercicio de la ciudadanía. La votación se solía hacer a mano alzada (cheirŏtonĭa, “brazo levantado”) y los funcionarios “juzgaban” el resultado a simple vista. Dados los miles de personas que asistían, contar cada voto era imposible. Para algunos tipos de votaciones era necesario un quórum de 6000 personas. En estas ocasiones se usaban las bolas de colores, blanco para el sí y negro para el no. Probablemente, al final de la sesión, cada votante introducía una de estas bolas en una gran tinaja de arcilla que se rompía posteriormente para efectuar el recuento de las bolas.

En el siglo V a. C., había 10 reuniones anuales fijas de la asamblea, una en cada una de los diez meses del año establecidos por el calendario ático, además de otras reuniones adicionales convocadas según lo necesario. En el siglo siguiente las reuniones aumentaron hasta la cifra de cuarenta anuales, cuatro cada mes (una de ellas era considerada la principal, la kyria ekklesia). Las reuniones adicionales aún podían ser convocadas, especialmente hasta 355 a. C., cuando los juicios políticos pasaron a ser responsabilidad de los tribunales. Las reuniones de la asamblea no se sucedían en intervalos fijos, ya que había que evitar las festividades anuales que caían de forma diferente en cada uno de los doce meses lunares. Había también una tendencia a que las cuatro reuniones se agruparan hacia el final de cada mes del calendario ático.

En el siglo V a. C., los esclavos públicos formaban un cordón con una cuerda teñida de rojo con la que obligaban a los ciudadanos del Ágora a acudir al lugar de reunión de la Asamblea (Pnyx), estableciendo una multa para los que tuviesen su ropa manchada del teñido rojo de la cuerda. Sin embargo, esto no es equiparable a los sistemas de coerción y votación obligatoria de algunas democracias modernas. Era más bien una medida para conseguir reunir de manera inmediata el quórum requerido. Tras la restauración de la democracia en el 403 a. C., se introdujo por primera vez el pago por la asistencia a la Asamblea. Por este motivo apareció un gran entusiasmo en acudir a las reuniones de la asamblea. Sólo los primeros 6.000 ciudadanos que llegasen serían admitidos y pagados. La cuerda roja se usaría entonces para mantener fuera a los rezagados.

El Consejo de los 500 (Boulé)

La presidencia de la Boulé rotaba mensualmente entre los diez prítanes, o delegaciones de las diez tribus clisténicas (había diez meses en el calendario civil del Ática). El epítastes –funcionario electo por sorteo para un solo día de entre los miembros de la pritanía que presidía aquel mes– presidía la reunión de ese día de la Boulé y, en su caso, la reunión de la Asamblea, si la hubiere; también se encargaba de las llaves del tesoro público y el sello de la ciudad, y recibía a los emisarios extranjeros. Se ha calculado que un cuarto de todos los ciudadanos debió ejercer dicho cargo, [cita requerida] algo que sólo se podía hacer una vez en su vida.

La Boulé también actuaba como el brazo ejecutivo de la Asamblea, y supervisaba las actividades de otros magistrados que realizaban las funciones administrativas de Atenas. De entre sus miembros, se elegían por sorteo grupos de diez responsables de áreas que se extendían desde asuntos navales hasta las observancias religiosas. En conjunto, la Boulé era responsable de una gran parte de la administración de la polis, si bien tenía escasa capacidad de iniciativa. En última instancia se limitaba a ejecutar las directrices y propuestas de la Asamblea.

Los tribunales (dikasteria)

Atenas tenía un elaborado sistema legal centrado en la dikasteria de la Heliea. La palabra deriva de dikastas (δικασταί, ὀμωμοκότες = los que juraban, es decir, los jurados), también llamado heliasta. Estos tribunales eran electos por sorteo de entre un grupo de 6000 ciudadanos anualmente, conocidos como Heliea. Para ser elegible como miembro del jurado, un individuo necesitaba tener 30 años de edad y estar en plena posesión del derecho de ciudadano (véase atimia). El límite de edad, igual que para los funcionarios pero diez años mayor que la requerida para la participación en la Asamblea, dio a los tribunales cierto prestigio sobre la Asamblea. Este hecho se sumaba a que los miembros de los jurados estaban bajo juramento, lo cual no era un requisito para los asistentes a la Asamblea. Sin embargo, la autoridad ejercida por los tribunales tenía la misma base que la de la Asamblea: ambos eran considerados como la expresión directa de la voluntad de la gente. Al contrario que los funcionarios (magistrados), que podían ser acusados y procesados por mala conducta, los miembros del jurado no podrían ser censurados. Una consecuencia de esto era que, al menos en palabras de algunos miembros de jurados, si un tribunal había tomado una decisión injusta, debía haber sido porque un litigante los había engañado.

Esencialmente había dos tipos de juicios, los privados (diké), y los públicos (graphe). Para las demandas privadas el tamaño mínimo del jurado era de 201 miembros (aunque podía ser aumentado a 401 si había de por medio una suma mayor de 1000 dracmas). Para los juicios públicos este número ascendía a 501 miembros. Estos jurados eran elegidos por sorteo de entre un grupo de 600, que eran precisamente los pertenecientes a cada una de las diez tribus de Atenas, habiendo 6000 potenciales miembros de un jurado disponibles en total. Para los juicios públicos particularmente importantes, el jurado podría ser aumentado en grupos adicionales de 500 individuos. En más de una ocasión hubo jurados de 1000 e incluso 1500 miembros. La primera vez que un nuevo tipo de litigio se llevaba al tribunal (véase Graphe Paranomon), los 6000 miembros del jurado en su totalidad eran asignados al juicio.

Los casos eran expuestos por los propios litigantes bajo el formato de intercambio de discursos limitados en el tiempo mediante un reloj de agua. Primero el demandante, luego el acusado. En un juicio público cada uno de los litigantes disponía de tres horas para hablar. En los privados se daba mucho menos tiempo (aunque iba en proporción a la cantidad de dinero en juego). Las decisiones se tomaban votando, sin existir tiempo alguno para la deliberación. Nada, sin embargo, prohibía a los miembros del jurado de hablar de forma informal entre ellos durante el procedimiento de votación e incluso podían expresar públicamente su desaprobación y gritar y criticar los argumentos de los litigantes. Este hecho pudo haber facilitado los consensos debido a la presión a la que se sometía a las minorías. El jurado podría emitir solamente un voto de “sí” o “no” en cuanto a la culpabilidad del demandado. En los juicios privados solamente las víctimas o sus familias podían acusar, mientras que en los públicos cualquier ciudadano podía iniciar un proceso puesto que este tipo de juicios se consideraba que afectaban a la comunidad en su conjunto.

La justicia era rápida: un caso no podía durar más de un día. Algunas sentencias implicaban una pena automática e inmediata, y no había derecho a recurso. Había sin embargo un mecanismo para implicar a los testigos de un querellante que hubiese ganado un juicio, que aparentemente podría anular el veredicto anterior.

El pago a los miembros de jurados fue introducido alrededor del 462 a. C. y se atribuye a Pericles, una política descrita por Aristóteles como fundamental para la democracia. Este sueldo fue incrementado de 2 a 3 óbolos por Cleón al inicio de la Guerra del Peloponeso y así permanecería (véase Guerra arquidámica); sin embargo la cantidad original propuesta por Pericles no se conoce. Esta medida se introdujo más de cincuenta años antes de que se pagara también a los que acudían a las reuniones de la Asamblea. El funcionamiento de los tribunales era uno de los mayores gastos del Estado ateniense y hubo momentos de crisis financiera en el siglo IV a. C. en que algunos juicios, al menos los privados, tuvieron que ser suspendidos.

El sistema mostraba un marcado antiprofesionalismo. Ningún juez presidía los tribunales ni tampoco había ninguna persona que tuviera la última palabra tras escuchar al jurado. Los magistrados a cargo de los tribunales tenían solamente una función administrativa y, en cualquier caso, tampoco eran expertos (de hecho, la mayor parte de las magistraturas anuales en Atenas se podían llevar a cabo solamente una vez en la vida). No había abogados como tal, sino que los litigantes actuaban por su propia cuenta. Cualquier profesional allí tendía a ocultarse; por ejemplo, era posible pagar los servicios de un escritor de discursos (logográfo) pero no se notificaba ante el tribunal, e incluso cuando había litigantes famosos por participar activamente en la política como oradores, hacían una cierta demostración de carecer de soltura.

Estos jurados suponían un segundo sitio donde se podía ejercer la expresión de la soberanía popular: igual que en la Asamblea, los ciudadanos que actuaban como miembros del jurado eran inmunes al control o el castigo (cuando los oradores se dirigían al jurado, esta alusión podía referirse a cualquier acto cometido en general por “los atenienses”, por ejemplo las batallas que tuvieron lugar muchos años atrás, incluso antes de que cualquiera de los presentes hubiese nacido, o decisiones llevadas a cabo por otros jurados anteriores cuyos miembros evidentemente no coincidían en ningún caso). Sin embargo, los miembros del jurado debían tener una edad mínima de 30 años y estaban bajo juramento. Desde una perspectiva ateniense, donde los jóvenes se consideraban demasiado impetuosos y la edad demostraba sabiduría, sumado al hecho de que era necesario un juramento, los jurados adquirieron más peso moral que los ciudadanos que asistían a la Asamblea.

Equilibrio de poder entre la asamblea y los tribunales

A medida que el sistema se fue desarrollando, los tribunales (que no eran más que otra forma de ejercer la soberanía de los ciudadanos) se impusieron sobre el poder de la Asamblea. A partir del 355 a. C., los juicios políticos tuvieron lugar únicamente en los tribunales. En el 416 a. C. se introdujo la Graphe Paranomon (“apelación contra las medidas contrarias a la ley”). Bajo este nuevo supuesto, cualquier decisión que tomara la Asamblea, o incluso cualquier proposición no votada aún, podía ser suspendida para ser revisada por un jurado - que tenía derecho a anularla y en su caso castigar al ponente. Cabe destacar que una medida que era bloqueada antes de ser votada por la Asamblea, no necesitaba volver a la Asamblea si finalmente era ratificada por el tribunal, lo cual era suficiente para validarla.

En el siglo V a. C. no había diferencia entre un decreto ejecutivo y una ley: ambos eran propuestos y aprobados por la Asamblea. Pero a partir del 403 a. C. se separaron notablemente. En adelante las leyes fueron elaboradas no en la Asamblea, sino por grupos especiales de 1000 ciudadanos elegidos de entre los 6000 que formaban los tribunales anualmente. Eran conocidos como los nomotetas (nomothetai), los legisladores. De nuevo cabe recalcar que esto no era similar a una comisión legislativa que se reúne para redactar el borrador de una ley y discutir los pros y los contras, sino que el formato es el de un juicio, votando sí o no después de una serie de discursos.

El fin de la democracia griega

Durante la democracia, Atenas vivió su mayor esplendor. Sin embargo, la Democracia tuvo que superar dolorosas pruebas. Las dos ciudades estado más grandes de Grecia: Esparta y Atenas se declararon en guerra. Atenas se había aliado a una cierta cantidad de ciudades del Mar Egeo, que tenían que pagarle tributo. Esparta usó esto como pretexto y declaró la guerra, más tarde Atenas quedó sitiada. La peste asoló Atenas, y entre los muchos muertos, estuvo Pericles.

No obstante, incluso después del fin de la Guerra del Peloponeso y la derrota de Atenas, la democracia ateniense perduró hasta 322 a. C., año en el que la supremacía macedonia acabó con las instituciones democráticas.

Tras el final de la democracia ateniense, la democracia directa es muy rara, sin embargo todavía puede verse en poblaciones pequeñas, como en España, en la que hay municipios con Concejo abierto, pero hoy por hoy se considera que es muy difícil de implantar en poblaciones más grandes porque exige mucho tiempo para gobernarse y deja poco para trabajar.

La democracia ateniense ha sido considerada a menudo, de forma un tanto romántica, como perfecta, pero la realidad es que solamente una parte pequeña de la población (alrededor de un 10%), tenía derechos políticos. Esa parte podía permitirse el lujo de dedicar el tiempo a "gobernarse", mientras el trabajo lo realizaban obreros sin derechos y esclavos, que ni siquiera tenían posibilidad de elegir a sus representantes. Ello no quita grandeza a esta democracia, pues el control sobre el gobernante o gobernantes no había existido previamente en ningún otro sistema social.

Sistemas democráticos posteriores

Tras la democracia directa de tipo asambleario al estilo ateniense surgen más sistemas que se podrían encuadrar como sistemas democráticos inspirándose en los ideales atenienses. Primero en Roma y siglos más tarde en Francia.

La República romana fue la primera forma representativa de gobierno tras la democracia directa al estilo griego. El poder legislativo correspondía al Senado y el poder ejecutivo lo conformaban las magistraturas, cuestores, pretores y cónsules entre otros cargos, que eran elegidos por los ciudadanos con derechos, los patricios inicialmente y posteriormente también la plebe, en verdaderas campañas electorales en las que se renovaban, por elección directa, multitud de cargos públicos. Con el tiempo el sistema fue degenerando. Los senadores no eran electos, mas tenían un poder grandísimo. Con la expansión territorial la República se convirtió en difícilmente gobernable y degeneró en los Triunviratos. Finalmente, se convirtió en Imperio de manos de Julio César y, sobre todo de Augusto.

La democracia representativa de corte moderno surgió a partir de los postulados de los ilustrados franceses Montesquieu y Voltaire entre otros. "Todo para el pueblo pero sin el pueblo". Ese era el principio del despotismo ilustrado en el que el pueblo, "ignorante", debía delegar el poder a una clase gobernante, "sabia". Estos principios se desarrollaron plenamente en los Estados Unidos a partir de 1773. En la actualidad el modelo de democracia liberal es el imperante. El órgano de gobierno es elegido por un grupo de parlamentarios elegidos de una sola vez por sufragio universal y salvo pequeñas variaciones ninguna democracia actual se sale de ésos cánones.

Efectivamente se define la griega como asamblearia, pero solamente participaba en la Asamblea alrededor de un 10% de los ciudadanos de Atenas, aquéllos que ostentaban el título de ciudadanos y, por lo tanto, tenían derechos civiles. Los demás no podían participar en las decisiones. Otro tanto ocurría en la República romana, pero ahí si que, poco a poco fueron introduciéndose los plebeyos en el Gobierno.

En las democracias actuales, por lo menos, todos los ciudadanos pueden votar cada cierto tiempo la elección de su asamblea representativa. Sin embargo, la democracia ateniense conserva una elevadísima proporción entre número de representantes por habitante.

El posible regreso de la democracia griega

Actualmente, en las democracias se ha erradicado casi por completo el analfabetismo, y ya no existe apenas diferenciación entre gentes cultas e iletradas. De la misma forma también ha aumentado el tiempo libre y la implicación de la gente en la política. Ya no existe motivo por el cual se deba delegar el poder. Eso ha propiciado que resurjan movimientos que piden una mayor representación del pueblo e incluso la transformación del sistema actual en un poder asambleario al estilo griego basado en las nuevas tecnologías como internet. Se especula sobre la posibilidad de crear parlamentos virtuales donde millones de ciudadanos puedan participar con total libertad. Estas soluciones chocan con los intereses fácticos de una clase dirigente reticente a la apertura y a perder el poder que tiempo atrás le fuera concedido. La autogestión popular de Estados se presenta como un reto difícil y tal vez imposible, pero las nuevas tecnologías que permiten una inmediatez en las comunicaciones quizá podrían hacerlo factible hasta cierto punto. Esta tarea es muy difícil en especial porque la democracia ateniense se daba en una ciudad estado donde poca gente participaba, este tipo de democracia no puede aplicarse a un país actual ya que la población es demasiado grande, sin embargo en pequeños estados esta democracia es factible.


Existe una corriente crecientemente relevante en el mundo anglosajón (ver http://equalitybylot.wordpress.com/) que propugna combinaciones de las instituciones actuales con aplicaciones democráticas del sorteo. Entre los autores más relevantes de esta corriente puede citarse también a John Burnheim, Ernest Callenbach, A. Barnett y Peter Carty, Barbara Goodwin o, en el ámbito francés, Yves Sintomer. Los autores consagrados que han dedicado más espacio a este tipo de propuestas son Robert A. Dahl y Benjamin Barber. En el mundo hispanohablante la recepción aún es muy reducida, si bien autores como Juan Ramón Capella han plantado la posibilidad de acudir al sorteo como herramienta democratizadora* CANCIO, JORGE (2009). «Invitación a un debate: el sorteo y las cámaras sorteadas como mejoras institucionales a la democracia». Mientras Tanto (112).  (disponible en http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1561003).

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