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Precariedad laboral
Trabajo precario, migrante y feminizado: negocio a la vista
En 2018, cuatro españoles que no superaban los 25 años tuvieron una gran idea: puedes pedir comida a domicilio o cualquier cosa que se venda en Amazon, pero no existe ninguna aplicación que te traiga personas que limpien tu casa, que cuiden a la niña o al abuelo, que saquen a pasear el perro o que te hagan las uñas.
Silvana lleva cuatro años trabajando para la empresa que crearon estos emprendedores, Webel, una app en la que están registradas unas 250.000 personas, rápidamente bautizada en prensa como el “Glovo de las empleadas de hogar”.
“Nunca nos imaginamos 30 años atrás de que hubiera interés en llevarse los trabajos precarios que siempre han sido de mujeres pobres para que ellos los administren”
Al igual que esta empresa de comida a domicilio, el corazón de Webel es un algoritmo, una aplicación que vincula clientes con trabajadoras dadas de alta como autónomas. “Los términos son muy claros: ellos dicen que no tienen ningún vínculo con nosotras y que cualquier cosa que pase con el cliente es problema nuestro”, explica Silvana. Al igual que Glovo, Amazon y otras empresas que regulan el trabajo a través de aplicaciones, el algoritmo de Webel se basa en llevar al máximo la productividad y el control, y en un esquema laboral que deja indefensas a las empleadas de hogar sin derechos ni capacidad de negociación.
Silvana cuenta cómo funciona este algoritmo por dentro. Ella elige las horas que trabaja y el precio de sus servicios, y paga a Webel un 8% de comisión por cada trabajo. Pero ella es afortunada, cuenta a El Salto: lleva casi desde el inicio en la plataforma y ha conseguido el mayor puntaje posible y, con él, pagar una menor comisión. Quienes empiezan pueden llegar a pagar hasta un 20% de peaje por cada servicio. Para pagar menos comisión, explica, “hay que conseguir logros” e ir escalando en las etiquetas que el programa asigna a cada trabajadora: bronce, plata, oro, diamante. “Los ‘logros’ son hacer que el cliente repita el trabajo contigo, vuelva a contratarte y cada vez que te contrata vas subiendo de nivel. Cuanto más subes de nivel más visualización tienes y menos comisión te cobran”, explica.
Webel no es la única aplicación de limpieza, cuidados y microtareas del hogar. Es un mercado en auge que se aprovecha de la “precariedad habitual en sectores tradicionalmente feminizados”
Además, comenta, cada usuario puede calificar a las trabajadoras en una escala de cinco estrellas y dejar comentarios sobre el servicio. Muchas de sus amigas no han podido resistir la presión de la aplicación y las altas comisiones que tienen que pagar cuando comienzan. Y no solo eso: las primerizas deben reducir sus precios al mínimo en una subasta a la baja para conseguir “llamar la atención” y conseguir que los clientes repitan y les dejen buenas valoraciones. Esta dependencia de las calificaciones de los usuarios para mejorar la situación laboral lleva en muchas ocasiones a aceptar trabajos y horarios indeseados así como a verse envueltas en situaciones de indefensión. Silvana reconoce estar en mejor situación que muchas trabajadoras que empiezan, aun así admite haber pasado por dos situaciones “muy gordas” con dos clientes, que le llevaron a “pasarlo muy mal” y a tener que recurrir al psicólogo.
Inteligencia artificial
Panorama “No somos robots”: las empresas entregan la gestión de la mano de obra a las máquinas
Webel no es la única aplicación de limpieza, cuidados y microtareas del hogar. Es un mercado en auge que se aprovecha de la “precariedad habitual en sectores tradicionalmente feminizados” y pretende hacer negocio en un “mundo cada vez más envejecido, con una gran necesidad de cuidados, que ha dejado estos trabajos a las mujeres empobrecidas y migrantes”, dice Rafaela Pimentel, portavoz de Territorio Doméstico y una de las históricas luchadoras por el derecho de las trabajadoras de hogar en España. Esta activista fue una de las caras más visibles de la lucha de las empleadas de hogar que consiguieron en 2022 que España ratificara el convenio 189 de OIT que equipara sus derechos laborales a los del resto de trabajadores. En este esquema laboral promovido por Webel y tantas otras empresas, las conquistas de paro, seguridad social o pensiones dignas para las trabajadoras domésticas no tienen lugar.
Webel solo es una de las muchas empresas que se han lanzado al mercado de los cuidados y tareas del hogar. La aplicación Doméstico24 ofrece un modelo similar con un discurso de flexibilidad equiparable al de las empresas de reparto: “Ocupa el tiempo que tengas disponible con trabajos que se adapten a ti”. Hacen gala de no cobrar por sus servicios para añadir, a continuación, que si quieres que tu perfil sea visible debes pagar una cuota mensual. Más de 85.000 mujeres están registradas en esta app en España según su web. Otras plataformas activas en el sector del trabajo doméstico en España, donde se repiten esquemas similares de control y falta de derechos laborales, son Clintu, Cuidum, Aiudo, MyPoppins, Cuideo, Familiados, Yocuido, Confio o Limpiu, según un informe de la Universitat de València.
Estas empresas coinciden en considerar a las empleadas de hogar como “objetos de multiuso”, dice Pimentel, convertidas en víctimas de frecuentes abusos
Estas empresas coinciden en considerar a las empleadas de hogar como “objetos de multiuso”, dice Pimentel, convertidas en víctimas de frecuentes abusos. En noviembre de 2022, distintos colectivos de empleadas de hogar denunciaron las acciones fraudulentas de Darucama Coop y Cruz Azul, entidades asociadas y dedicadas a intermediar en el cuidado de personas mayores. “En algunos casos, la trabajadora ha cobrado 800 euros mensuales cuando la familia ha pagado hasta 3.000 euros al mes”, denunciaban en un artículo publicado en El Salto. Otras empleadas de estas plataformas llevan años protestando porque estas empresas no pagan por los servicios realizados y han dejado a muchas empleadas con las cuentas embargadas por un esquema “fraudulento” de contratación.
Inteligencia artificial
Panorama Tecnología del futuro, explotación del pasado
Las herramientas y aplicaciones con “soluciones tecnológicas” para controlar el trabajo de las empleadas de hogar se han multiplicado en los últimos años, dice Constanza Cisneros, también integrante de Territorio Doméstico, en la presentación del trabajo de investigación de la Laboratoria sobre la uberización de la economía. Sin embargo, contrapone, nadie habla de las soluciones para las empleadas del hogar, que enferman, que tienen que dedicar dos horas “que nadie paga” para desplazarse de una casa a otra, que no tienen derecho de baja ni de paro y se enfrentan después de años de trabajo a unas pensiones de miseria. “Se ha dicho que las aplicaciones que están uberizando la vida han transformado la forma de entender el trabajo. Y es verdad. Es tan moderno todo. Pero la precarización y la discriminación y el no reconocimiento del valor del trabajo es de hace mil años”.
Precariedad sobre precariedad
Este modelo de uberización no ha dejado de crecer en los trabajos tradicionalmente feminizados, en donde reina la informalidad y la precariedad, señala la investigación de La Laboratoria, coordinado por la antropóloga Débora Ávila. Las plataformas digitales están encontrado en estos sectores un terreno fértil para hacer negocios “mediante el fraude y una promesa de futura rentabilidad” consiguiendo sacar un porcentaje de todo este trabajo precario, explica Nuria Soto, autora de Riders on The Storm. También del precarizado y semiclandestino trabajo sexual.
Irene es trabajadora sexual e integrante del sindicato Otras. En su caso y en el de tantas de sus compañeras que trabajan de forma independiente, la prohibición de la publicidad de la prostitución que entró en vigor en 2022 no ha resuelto los “problemas estructurales que llevan a las mujeres a ejercerla, como la ley de extranjería” y ha empujado a muchas mujeres a trabajar para terceros y buscarse la vida para llegar a los clientes. Además de abrirse perfiles en redes sociales y plataformas de citas amorosas, cada vez dependen más de los anuncios en webs y de la reputación digital.
En los foros internet, los clientes crean perfiles sobre las trabajadoras sexuales y valoran su físico, su edad, su precio, el color de su piel, su actitud y otros aspectos del servicio, colocándolas en una situación de indefensión
Esta reputación está vinculada a los perfiles en redes sociales para darse a conocer, pero también a un nuevo elemento que escapa de su control: los foros de internet. En estas páginas, los clientes crean perfiles sobre las trabajadoras y valoran su físico, su edad, su precio, el color de su piel, su actitud y otros aspectos del servicio. “Es una de las preocupaciones de las compañeras del sindicato”, reconoce Irene. En ocasiones, los clientes utilizan su posición como “foreros” para conseguir descuentos, no pagar o arrancar prácticas a las que no están dispuestas las trabajadoras. Las malas reseñas se convierten en un arma de “coacción” y obliga a las trabajadoras sexuales a “flexibilizar sus condiciones de trabajo”, dice Irene. Una de las páginas principales es Spalumi, un “foro de información sobre acompañantes” con 530.000 integrantes, 30.000 de ellos activos.
En España no hay plataformas que repliquen el modelo de Uber o Glovo en el trabajo sexual. Sí existen decenas de portales de anuncios que siguen funcionando sin mayor problema pese a la teórica prohibición. Estas páginas, como Pasion.com o Destacamos.com entre una larga lista, han aumentado sus tarifas en más de un 50% desde la prohibición de publicidad, cuenta Irene. El gasto de anunciarse en estas páginas, explica, puede ascender a 100 euros semanales en una población precarizada y vulnerable, muchas veces migrante y muy a menudo sin papeles, que depende cada vez más de este tipo de webs.
Nuevas fronteras
La economía de los algoritmos y las plataformas digitales han permitido el nacimiento de nuevos negocios que desdibujan el trabajo sexual y le dan vuelta al lenguaje para llegar a nuevos públicos, tanto entre los consumidores de servicios —casi siempre hombres— como entre las encargadas —casi siempre mujeres— de ofrecerlos.
Entre las plataformas que han crecido destaca la británica OnlyFans, dedicada al “contenido adulto”, según la jerga de esta especie de red social de pago. El sistema se basa en el “micromecenazgo” de 240 millones de fans en todo el mundo que pagan por ver vídeos y fotos generadas por tres millones de “creadoras de contenido”. La app se queda con un 20% del dinero, aunque los cambios de moneda y las comisiones para traer el dinero a España hacen que se pierda mucho más en el camino, cuenta Irene. Los pagos realizados a través de esta plataforma superaron en 2022 los 5.600 millones de euros en todo el mundo.
El ‘sugar dating’ ha experimentado un crecimiento exponencial en España en los últimos años, un fenómeno que vincula a través de plataformas online hombres adinerados con jóvenes precarias, en un intercambio desigual de dinero y lujo a cambio de compañía y relaciones sexuales
El mismo juego de lenguaje se reproduce en las plataformas que ponen en contacto a los sugar daddys y las sugar babies, quienes intercambian “compañía” por dinero, regalos, viajes, el pago de la matrícula o una “vida de lujo”. Las páginas de sugar dating niegan que se trate de prostitución y califican el sexo como “opcional”. Hablan más bien de una forma de conectar “hombres adinerados” y “mujeres hermosas” que buscan solteros con los que construir una relación. “Un sugar daddy es un hombre de alto poder adquisitivo que tiene relaciones afectivas con mujeres a las que ofrece estatus social, apoyo o mentoría”, afirman.
El sugar dating ha experimentado un crecimiento exponencial en España en los últimos años. Al menos según los datos que maneja Diaconia España, una entidad financiada por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. Según esta asociación, más de 400.000 personas están registradas en España en estas apps, el quinto país del mundo con más implantación.
Según Diaconia, las sugar babies son mujeres jóvenes universitarias con bajos ingresos que buscan ayuda financiera y “proporcionan compañía y habitualmente servicios sexuales”. Los sugar daddys son hombres mayores con un estatus económico elevado que demandan servicios sexuales de mujeres jóvenes. La relación entre ambos se basa en acuerdos económicos o de servicios acordados entre las partes, una relación “desigual” que da pie a abusos, coacción, manipulación y agresiones sexuales, afirman desde esta entidad. Estas plataformas viven de las suscripciones de los sugar daddys, unos 470 euros al año en el caso de SugarDaddyEspaña.com.
Para Irene, de Otras, no hay gran diferencia entre el sugar dating con el trabajo que ellas realizan en las calles o en los clubes. “Por mucho anglicismo que se utilice sigue siendo trabajo sexual teñido de clasismo y mucho miedo a la palabra prostituta”, dice. Frente al estigma de la prostitución, añade, las plataformas de sugar dating han conseguido desligarse de viejas palabras y sacar rendimiento de ello llegando a nuevos sectores de la población.
“Nunca nos hubiéramos imaginado hace 30, 40 o 50 años que hubiera interés en llevarse los trabajos precarios que siempre han sido de mujeres pobres para que ellos los administren”, dice Ninfa, otra trabajadora sexual en la presentación del trabajo de La Laboratoria.