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Pueblos originarios
Cien años de la Masacre de Napalpí
Napalpí se encuentra en la provincia del Chaco de Argentina. 53.798 de los 1.129.606 habitantes se reconocen indígenas o descendientes de pueblos indígenas u originarios. Cien años después de la gran masacre que marcó su historia es momento para recordar y reparar lo qué ocurrió al norte del país.
La comunidad Napalpí reclamaba unas condiciones dignas de trabajo que les permitiese alimentarse a principios del siglo XX, reclamaban dejar atrás el trabajo forzado. El 19 de julio, la policía chaqueña y grupos paramilitares de los estancieros reprimieron duramente las protestas de estos pueblos originarios. Previamente, para evitar la pérdida de mano de obra, el gobernador del Territorio Nacional del Chaco, Fernando Centeno, había prohibido a la comunidad de Napalpí salir de los terrenos como parte del sistema de sometimiento llamado la “Reducción de Indios de Napalpí”. La respuesta de la población fue migrar a las montañas cercanas en forma de huelga, tras los intentos de reclama.
La lucha por la propiedad es una constante que persiste a día de hoy. Como indican investigadores como Guarino y Rey, “la existencia de la territorialidad indígena está amenazada por el avance de la soja y el desmonte ilegal sobre 500.000 hectáreas catastrales de bosque nativo protegidas por la Ley provincial 6409/09. A este panorama se agrega el estado de precariedad jurídica de los asentamientos”. La Ley de ordenamiento territorial se actualizó en 2024 - aprobada por la Cámara de Diputados de la Provincia del Chaco en mayo- permitiendo el desmonte de más de un millón de hectáreas sin participación de comunidades indígenas ni organizaciones ecologistas, poniendo aún más en riesgo el derecho a la tierra.
En 1924, las fuerzas militares, buscando que la población saliese de los escondites en las montañas, arrojó comida desde el aire. En el momento que las personas salieron a recogerla, comenzó la matanza. 423 personas fueron asesinadas en 45 minutos, siendo la primera vez en la historia argentina que se usó un avión para reprimir a la población civil. No se quiso dejar testigos, por lo que la persecución continuó varios días.
Se intentó ocultar esta matanza, dotándola de distintos nombres y excusas. Los informes judiciales hablaban de Sublevación Indígena (expediente n. 910/24 en el juzgado de la ciudad de Resistencia). No es hasta 2008 que comenzaron a conocerse testimonios de la masacre. Melitona Enrique es conocida como la mujer que vivió hasta contarlo. Su testimonio fue clave para el posterior juicio. Ella tenía 23 años cuando sucedió, al comenzar la matanza pudo esconderse y lo que más recordaba eran las palabras de su tío “el silencio es tan importante como esconderse”.
Más de 80 años después de la masacre, gracias a su relato, en 2014 la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía Federal de Chaco investigó la masacre como crimen de lesa humanidad. El juicio tuvo lugar recién en 2021, con el objetivo de buscar una reparación histórica para la población qom y moqoit. El “Juicio por la Verdad de la Masacre de Napalpí” -retransmitido en vivo por Youtube- en su sentencia emitida por el Juzgado Federal Nº 1 de Resistencia Chaco el 19 de mayo de 2022, dio por probados los hechos ocurridos en 1924 en Napalpí. Diego Vigay, fiscal responsable, señaló que “la masacre de Napalpí no fue un hecho aislado, fue un genocidio indígena planificado desde el Estado’’.
Se dictaron así una serie de medidas reparatorias en lo que consideró un crimen de lesa humanidad, incluyendo dentro de los diseños curriculares escolares la masacre, realizando un acto público de reconocimiento de la misma con la participación de los pueblos Qom y Moqoit, creando un sitio de memoria y un museo, generando un Archivo Digital y Reservorio de los documentos de investigación bajo el Instituto del Aborigen Chaqueño, creando espacios de investigación para las y los docentes indígenas e implementando un Plan de Políticas Públicas concretas de Reparación Histórica a los pueblos Qom y Moqoit, entre otras medidas que dan paso tomar el 19 de julio como Día Nacional de Conmemoración de la Masacre de Napalpí.
Viviana Notagay, qom, docente madre y miembro de la comunidad Colonia aborigen explicaba que “somos indígenas pero nacimos en un territorio masacrado” por lo que, ante el silencio, “tuvieron que mantener la cultura en silencio para cuidarnos la vida entre todos”. Patricia Villalba, moqoit de La Tigra, Chaco, defiende que “no hay reparación histórica si no hay escuelas, calles como corresponde, un salón comunitario, agua potable” a lo que se suma que “nuestros territorios se están extranjerizando, los pequeños productores están vendiendo sus tierras y arrasan nuestros recursos naturales”. Muchos testimonios como estos quedaron recogidos en el libro “La voz de la sangre” de Juan Chico y Mario Fernández, siendo el primer libro de personas qom sobre la masacre de Napalpí.
Desde los centros universitarios, estas semanas se han estado organizando jornadas para “poder contribuir a la profundización de un debate urgente y necesario sobre la historia de nuestro país, la violencia contra los pueblos originarios, el genocidio y sus formas de continuidad en el presente”. Diana Lenton, directora del proyecto UBACyT, concluyó las jornadas destacando que “la sentencia del juicio por la masacre de Napalpi se convirtió en el primero en el país en juzgar un genocidio Indígena como crimen de lesa humanidad, reconociendo la responsabilidad del Estado nacional en el proceso de planificación, ejecución y encubrimiento de los hechos”. Esto mismo confirma Viviana, con la afirmación de que “hoy seguimos reclamando dignidad para nuestros pueblos, que el Estado reconozca a cada comunidad en el pleno derecho a acceder a la justicia”.
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Como se dictó en el juicio, este hecho fue planificado desde la mayoría de estados-nacion independientes, dominados por criollos, católicos y ricos que emularon las practicas de discriminación y explotación masiva de la mano de obra y tierras indígenas.
Luego nos extrañaremos de los cánticos racistas de los jugadores argentinos, pues en estos atroces acota tienen su cuna.
100 años casi para que se realice un juicio y se reconozcan los hechos. De lejos.
Esta es la estrategia de los poderes que son en el mundo, morirse con todo controlado. Y si pasa algo más tarde, como este juicio a los 100 años de lo ocurrido, pues se convierte en un reconocimiento de la dignidad de las víctimas. Y todos tan contentos.
La iglesia católica es una gran maestra en este tipo de enjuagues que les permite "ir de buenos" después de todas las aberraciones cometidas. Reconocen algo 500 años más tarde, pero lo reciente lo barren debajo de las alfombras judiciales y gubernamentales como es el caso hoy día em España.