Contexto - El biocarbón (también conocido por el término en inglés “biochar”) es un tipo de carbón producido mediante el calentamiento de material vegetal. Puede utilizarse como combustible o fertilizante, y por lo tanto es de interés para cuestiones como la deforestación, la resistencia de los ecosistemas agrícolas y la producción de energía, especialmente en los países en desarrollo.
Este es un resumen fiel del informe publicado en 2014 por el Banco Mundial: "Biochar Systems for Smallholders in Developing Countries (Sistemas de biocarbón para pequeños productores en países en desarrollo)
El biocarbón es el producto sólido que se obtiene tras calentar biomasa bajo un aporte de oxígeno limitado, un proceso conocido como “pirólisis”. El biocarbón se incluye dentro del grupo de productos denominados “carbón vegetal” o “carbono negro”.
Puede obtenerse a partir de casi cualquier materia prima, incluidos los desechos agrícolas y hasta los residuos verdes urbanos.
La magnitud de los sistemas de producción varía, desde pequeñas cocinas domésticas hasta grandes plantas industriales de pirólisis. Dado que puede obtenerse a temperaturas muy distintas y aplicarse a múltiples tipos de suelos, es importante entender cómo las diferentes condiciones de producción pueden dar lugar a distintas clases de biocarbón, y cómo estos carbones interactúan con cada tipo de suelo.
La práctica de enmendar el suelo con carbón para la gestión de la fertilidad tiene milenios de antigüedad. Entre las propiedades más notables del biocarbón están sus efectos en la dinámica de nutrientes del suelo y la alta estabilidad del carbono que lo compone. Hoy en día el biocarbón es una forma de carbono negro que se produce deliberadamente como sumidero de carbono para la mitigación del cambio climático, junto con su aplicación posterior en suelos por sus propiedades agrícolas.
El biocarbón se ha identificado como una herramienta para luchar contra el cambio climático y mejorar al mismo tiempo la fertilidad del suelo, permitiendo a pequeños agricultores aumentar el rendimiento de los cultivos en tierras anteriormente degradadas. Los sistemas de biocarbón son especialmente importantes para los países en desarrollo, y se podrían aprovechar para hacer frente a problemas de alcance mundial relacionados con la producción de alimentos y el cambio climático.
La energía para cocinar es predominante en el ámbito doméstico, y los proyectos para la producción de electricidad se desarrollan a mayor escala. Ambos resultados podrían ser beneficiosos para los bosques, al disminuir la explotación maderera en regiones ya en declive.
Los proyectos de biocarbón pueden tener repercusiones tanto positivas como negativas en cuatro áreas principales:
En lo que respecta al impacto climático, todos los sistemas analizados demuestran que las emisiones derivadas de la producción de biocarbón son mínimas en comparación con el balance neto del sistema. También puede ser importante la reducción de emisiones respecto a los usos típicos de la biomasa, por ejemplo, si comparamos el uso de biocarbón en la cocina frente al uso de combustibles tradicionales como la madera, que son recursos no renovables o de renovación lenta.
En cuanto a la dimensión económica, el resultado más importante es que los proyectos se amortizan con rapidez: en el plazo de un año a partir de la monetización de los excedentes de las cosechas. El rendimiento de los cultivos a los que se aplica biocarbón es determinante para el equilibrio económico, lo que implica que las cosechas elegidas por el agricultor pueden ser tan importantes como el tipo de suelo tratado con biocarbón. En general, los aspectos económicos de los proyectos de biocarbón analizados en los estudios monográficos dependen en gran medida de las ganancias (o la falta de ellas) que los agricultores obtienen por los cultivos excedentarios como resultado de la adición de biocarbón al suelo.
La aplicación de sistemas de biocarbón requiere conocimientos especializados sobre cada ubicación geográfica concreta: su población, necesidades, valores y expectativas. Entre las barreras identificadas en una encuesta están la falta de conocimientos sobre el biocarbón y la necesidad de desarrollar proyectos demostrativos y educativos, la mano de obra adicional necesaria para la aplicación de sistemas de tala y carbonización (“slash-and-char”) y la recogida de materias primas dispersas, la disponibilidad limitada de tecnologías de producción de biocarbón, e inquietudes medioambientales relacionadas con el cambio de las pautas de consumo de recursos.
Entre los beneficios de los sistemas de biocarbón identificados por los encuestados están la mejora del suelo, el aumento del rendimiento de los cultivos, la reducción del uso de fertilizantes, el uso más eficiente del agua, la mayor limpieza de las cocinas, el aumento de los ingresos y la higiene ambiental.
Las instituciones de desarrollo como el Banco Mundial podrían prestar servicios informativos y tecnológicos, así como financiar proyectos de biocarbón, facilitar la investigación y proporcionar servicios de conocimientos. Tales iniciativas pueden contribuir a forjar alianzas efectivas entre la comunidad investigadora y los profesionales del desarrollo que trabajan sobre el terreno.
La participación del sector privado será crucial para subsanar las limitaciones financieras con que suele tropezar la aplicación de nuevas tecnologías que requieren una cantidad considerable de tiempo e investigación. Será necesario adoptar soluciones de financiación innovadoras. Dadas las amplias posibilidades de aplicación de los sistemas de biocarbón, es importante crear sinergias con otros proyectos y programas y aprender de los proyectos existentes.
“Esta es una adaptación de un documento original del Banco Mundial. Las opiniones y los puntos de vista expresados en esta adaptación son exclusiva responsabilidad de su autor o sus autores y no son avalados por el Banco Mundial.”
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