Era una de las películas más esperadas de 2023 y tras su estreno, el 15 de septiembre, se ha comprobado por qué. El conde, el nuevo largometraje de Pablo Larraín, es uno de los títulos más relevantes en un año en el que el cine se ha visto comprometido por las huelgas en Hollywood, primero de guionistas y después también de actores. La temporada de premios arrancaba hace unas semanas con un deslucido Festival de Venecia de cuyo cartel se caían algunos títulos debido a las mencionadas protestas y a que no pocos filmes no llegarán hasta las salas hasta bien entrado 2024 tras la toma de decisiones de los grandes estudios. La de Larraín es una de las pocas historias que se ha mantenido en el calendario y el motivo no es otro que el hecho de que forme parte del catálogo de Netflix, plataforma que no parece dispuesta a cambiar su política de lanzamientos a pesar de la lucha del Sindicato de Actores.
Es difícil explicar cuál es el género en el que se enmarca El conde. Tal y como sucede con todas las películas de Pablo Larraín, sus historias picotean diferentes formas de contar una misma historia y la llevan por derroteros inesperados. Así sucedió con Spencer, aquel biopic que tornaba en historia de fantasmas, o en Ema, un drama social ambientado en el mundo del baile que por momentos coqueteaba con la ciencia-ficción. En El conde hay comedia (es una sátira), hay terror, un poco de gore y hasta hay algo de cine histórico. A fin de cuentas es un biopic sobre el dictador chileno Augusto Pinochet. Pero aquí Augusto Pinochet no es aquel que los libros de historia recuerdan, sino un vampiro de 200 años que está despesperado por morirse al no poder lidiar con unos hijos que son unos auténticos zoquetes.
Pablo Larraín cuenta en El conde con Jaime Vadell para el papel del dictador y con Gloria Münchmeyer en el de su esposa. También están en el reparto Alfredo Castro, Stella Gonet, Antonia Zegers, Amparo Noguera y Paula Luchsinger. Es la última la que interpreta a una monja, Teresita, enviada a casa del dictador para terminar con el demonio que habita en él, pero quien se ve envuelta en una inesperada trama y termina protagonizando una de las escenas más evocadoras de esta película. Narrada en inglés y en español, el filme ha sido visto por algunos como una gamberrada, los espectadores anglosajones no han terminado de encontrarle las virtudes y, a pesar de todo ello, se alzaba hace unos días con el Premio a Mejor Guion en el Festival de Venecia.
Pablo Larraín es uno de los directores más interesantes de los últimos años y así lo vuelve a demostrar con cada una de sus película. No es diferente en El conde. Dejó boquiabierto a medio mundo con El club, dio el salto a Hollywood con Jackie, el biopic de la primera dama Jackie Kennedy que tampoco gustó a todos pero se hizo con una nominación al Oscar para su protagonista, Natalie Portman. La mencionada Ema es ya una película de culto y esta El conde va camino de convertirse en una. Pocas veces un biopic se llevó a la pantalla de una manera tan irreverente y descarada, pero al mismo tiempo cargada de profundidad.
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