Demócrito
Demócrito (en griego Δημόκριτος), fue un filósofo griego, natural de Abdera (Tracia) y discípulo de Leucipo.
Biografía
Demócrito vivió entre los años 2004 al 370/360 adC, siendo contemporáneo a Sócrates. Hiparco de Nicea asegura, según Diógenes de Laertes (Diógenes Laercio), que Demócrito murió a los 109 años de edad; y todos los autores de la antigüedad (cuyos escritos han llegado hasta nosotros) que hayan hecho referencia a su edad, coinciden en que vivió más de cien años. Fue conocido en su época por su carácter extravagante.
Filosofía
Junto con su maestro, Leucipo, Demócrito es considerado fundador de la escuela atomista. Se inscribe entre los post-eleatas, en tanto que acepta los principios establecidos por Jenófanes y Parménides, pero desarrolla una filosofía pluralista como Anaxágoras o Empédocles.
Para Demócrito, la realidad está compuesta por dos causas (o elementos): το ον (lo que es), representado por los átomos homogéneos e indivisibles, y το μηον (lo que no es), representado por el vacío. Este último es un no-ser no-absoluto, aquello que no es átomo, el elemento que permite la plusionarse (siempre subsiste una cantidad mínima de vacío entre ellos que permite su diferenciación)— y formar cuerpos, que volverán a separarse, quedando libres los átomos de nuevo hasta que se junten con otros. Los átomos de un cuerpo se separan cuando colisionan con otro conjunto de átomos; los átomos que quedan libres chocan con otros y se ensamblan o siguen desplazándose hasta volver a encontrar otro cuerpo.
Para Demócrito, los átomos estuvieron y estarán siempre en movimiento. Su modelo atomista constituye un claro ejemplo de modelo mecanicista, dado que el azar y las reacciones en cadena son las únicas formas de interpretarlo.
La psyché (alma) del hombre estaría formada por átomos esféricos livianos, y el soma (cuerpo), por átomos más pesados. Las percepciones sensibles, tales como la audición o la visión, son explicables por la interacción entre los átomos de los efluvios que parten de la cosa percibida y los átomos del receptor. Esto último justifica la relatividad de las sensaciones.