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Abandono infantil en España

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Casa Cuna de Fraisoro en 1929

El abandono infantil en España desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XX fue muy elevado, fueron miles de niños al año lo que hace varios millones de niños en ese periodo sin contar los niños fallecidos en tránsito o por infanticidio. Fue una práctica extendida por toda Europa, aunque las formas fueron variando: la exposición, el torno conventual y las maternidades.[1]

Las causas más frecuentes de abandono se mantuvieron en el tiempo. Fueron el fruto de relaciones de pareja ilícitas mal vistas por la sociedad y por la Iglesia católica, los motivos económicos (principalmente la miseria), la falta de lactancia materna, los niños enfermos o con minusvalía y en menor medida los procedentes de la prostitución o la violación.[2]

Historia

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siglo XV

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Las primeras fundaciones para niños abandonados conocidas datan del siglo XV, y se repartieron por las grandes urbes españolas. La primera de ellas se situó en Valencia en 1410, a instancias de san Vicente Ferrer, dedicada a la atención específica de los niños errantes, y está considerada como el primer orfanato del mundo.[3]

Los recién nacidos, en muchas ocasiones, eran abandonados en descampados.[4]​ Otros eran dejados a las puertas de las Misericordias, donde convivían con dementes, tullidos o personas marginales[5]​ y, también, se abandonaba a las puertas de los conventos, donde se hacían cargo de los niños enfocándoles hacia la vida religiosa (oblato). Los niños eran explotados por sus adoptantes en régimen de semiesclavitud. Sea de una u otra forma, el abandono infantil era frecuente en el siglo XV y la mortalidad era altísima.[5]

siglo XVI y XVII

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La exposición de niños fue una práctica masiva, que se extendió por Europa desde el siglo XVI.[1]

Los sitios más frecuentes de abandono eran los relacionados con la beneficencia (mayoritariamente religiosa), la casa del alcalde o del médico, etc. La «mortalidad en tránsito» era elevadísima, al estar los centros de acogida distantes del punto de abandono. Era más frecuente el abandono nocturno, antes del alba, y no había diferencias significativas en cuanto al sexo de los bebés.[2]​ El nombre de pila asignado, frecuentemente era el del santo del día; y como apellido se generalizó «Expósito». En ocasiones portaban notas de abandono, en las que solía indicarse si el niño estaba o no bautizado. Otras veces, indicaban que volverían a recogerlo, pero esto era una práctica muy poco habitual.[4]

Se fueron desarrollando centros de acogida en las grandes ciudades como la inclusa de Madrid en 1572.[6]

En España, hasta el siglo XVIII, muchos niños acogidos eran maltratados y eran utilizados como sirvientes o mano de obra barata por sus padres adoptivos. Hasta 1788, no se implantaron medidas legales para evitar estos abusos.[4]

siglo XVIII

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Hubo dos enfoques al problema del niño abandonado, el «utilitarismo eclesiástico», dirigido a salvar el alma de los recién nacidos a través del bautismo, y el «utilitarismo ilustrado», que tendía a conservar las vidas de futuros ciudadanos como principal riqueza de la nación.[1]​ Todo ello impulsó el desarrollo de instituciones asistenciales y de beneficencia, aunque la «mortalidad en tránsito» seguía siendo muy elevada. El número de las casas de expósitos aumentaron en España a partir de mediados del siglo XVIII llegando a 149 en el siglo XIX.[7]

Con el desarrollo de estos centros, se fue reforzando y legislando el papel de las nodrizas o amas de crianza. Hay que tener en cuenta que, hasta bien entrado el siglo XX, la única alimentación adecuada para los recién nacidos era la lactancia materna.[2]​ Cuando esto no era posible, se proporcionaba leche de burra o de cabra rebajada y manipulada, causantes de intolerancias gastrointestinales que podían conducir incluso a la muerte del niño.[8]​ Un pequeño porcentaje de éstas nodrizas prohijaban a los niños y la mayoría eran devueltos a las instituciones para su manutención.[9]

El aumento de los centros de acogida, hizo que aumentara el número de abandonos a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, extendiéndose la utilización del torno, que era un cubículo para depositar al bebé desde la calle, y se recogía en una habitación interior. Muchos tornos llevaban una inscripción como esta: «Mi padre y mi madre me arrojan de sí, la caridad divina me recoge aquí».

Los tornos estaban situados en casas de beneficencia, mayoritariamente religiosas, atendidas por las hermanas de la caridad, o creadas por otras instituciones como ayuntamientos, diputaciones, etc. Las mujeres que dirigían estas últimas se denominaban «torneras». Debían tener «condiciones de moralidad adecuadas» y saber leer y escribir, para emitir informes.[10]​ Normalmente, pasaban unos días hasta que se aseguraban de que la criatura no padecía sífilis congénita, y encontraban una nodriza que se hiciera cargo del niño.

La mortalidad infantil de los niños abandonados en este siglo siguió siendo un horror. Como muestra de ello en la casa cuna de Gerona la mortalidad en 1790 era del 76 % y en la de Barcelona del 61 %.[11]

A finales del siglo XVIII hubo unos cambios legislativos importantes como la despenalización del abandono[1]​ y otras leyes cuyo objetivo fue considerar como legítimos a todos los efectos a los niños abandonados en la caridad pública, poniendo fin a la discriminación sufrida durante siglos que había impedido su educación y a que accedieran a determinadas profesiones. Así mismo se reforzaba la condena de cualquier tipo de abandono que no se realizara en los lugares destinados para ello lo que impulsó la utilización del torno en el siglo XIX.[8]

El Abandono. 1886

A pesar de estos cambios legislativos, las madres y los niños abandonados siguieron sufriendo un gran rechazo social a lo largo del siglo XIX y XX.[12]

A finales del siglo XVIII comenzaron a publicarse artículos que formaron un verdadero muestrario de cómo en España, al igual que en el resto de Europa, se tomaba conciencia clara sobre el problema nacional del niño expósito. Algunos autores fueron los eclesiásticos Juan Antonio Trespalacios, Joaquín Javier Uriz y Lasaga o Antonio Arteta. Los del cónsul de Carlos IV Alberto de Megino y los manuscritos del médico Ignacio María Ruiz de Luzuriaga. También los escritos políticos del conde de Floridablanca, Domingo Cabarrús o Jovellanos.[9]

siglo XIX

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Sala del torno de la Inclusa de Madrid en 1861, por Francisco Ortego.

En el siglo XIX, el abandono infantil adquirió enormes proporciones, llegando a 15000 niños al año o lo que es lo mismo, más de un millón de niños abandonados en España en este siglo. En estas cifras no están cuantificados los niños fallecidos en tránsito o por infanticidio.[1]​ Las causas seguían siendo fundamentalmente la ilegitimidad del niño que en España era de un 5 % de los nacimientos[13]​ y la pobreza que afectaba a la mitad de la población a principios del siglo XIX.[14]

Un factor que hizo aumentar el número de abandonos fue la tipificación como delito del aborto en el código penal español desde 1822 hasta finales del siglo XX, salvo un breve periodo en Cataluña en 1936.[15]​ A partir de la mitad del siglo XIX también la iglesia católica rechazó la práctica del aborto.

La mortalidad infantil era muy elevada en los centros de acogida. A modo de ejemplo, en la casa torno de San Sebastián a finales del siglo XIX era del 52 %.[2]

En torno a las inclusas comenzó a desarrollarse la pediatría como una especialidad específica de los niños. El jesuita Hervás y Panduro fue su pionero en España, creando una escuela de obstetricia, fomentando la lactancia maternal y la creación de la pediatría a principios del siglo.[4]​ A finales del siglo XIX, Manuel Tolosa Latour dio un impulso importante al desarrollo de la pediatría y a la protección de la infancia.[16]

A principios del siglo XIX, el índice de mortalidad infantil en España era del 25 % en el primer año de vida, y en algunos centros de acogida era del 80 %. En Europa, en los centros de acogida el índice de mortalidad infantil era del 50 %.[17]​ A veces, se comparaba el abandono infantil en algunas inclusas con el infanticidio (en la inclusa de Madrid murieron el 100% de los niños ingresados en el año 1804).

A lo largo del siglo XIX, se fueron desarrollando maternidades en las inclusas, lo que llevó al descenso de la exposición o del torno. Las gestantes ingresaban en el 7.º mes de embarazo y permanecían aisladas; y, tras dar a luz, se iban dejando el niño.[2]​ También se desarrollaron casas cuna, en las que se contemplaba el abandono temporal, para recuperarlo tras superar los problemas que llevaban al abandono.[18]

Las mujeres que daban a luz en las inclusas o en las casas cuna eran mayormente jóvenes, de entre 15 y 25 años, procedentes, en general, de entornos o trabajos precarios, como el servicio doméstico, costureras o jornaleras y normalmente solteras y analfabetas.[19]

Respecto a los padres, procedían de todos los estamentos sociales, sin excepción.[20]​ En muchas ocasiones, se ponía al niño el nombre del lugar de procedencia de la madre.[2]

El papel de las nodrizas o ama de crianza fue fundamental, y muchas mujeres con necesidades económicas se prestaron a esta actividad, siendo en general mujeres campesinas, donde su actividad laboral era más discreta.[21]​ Algunos de esos niños eran prohijados al llegar a los 8 años, como dictaminaba la legislación en esa época. En caso contrario eran devueltos a las misericordias.[2]​ Para ser nodriza se necesitaba un certificado de salud y «buenas costumbres» que expedían el médico y el alcalde o el párroco del lugar de residencia. Estas personas supervisaban el cuidado del niño ya que eran frecuentes los casos de malos tratos o niños descuidados a lo largo del siglo XIX.[21]

Evolución de las modalidades de abandono en la inclusa de Pamplona.[2]
1830 1880
Expuestos 71 % 22 %
Torno, maternidades, otros 29 % 78 %

Hasta el siglo XIX, la viruela era una de las causas de muerte más frecuente en las inclusas con una mortalidad del 70 % de los bebés afectados.[22]​ Un avance significativo fue el descubrimiento de la vacuna contra esta infección, que permitió su erradicación en el siglo XX.

En 1803 los niños abandonados tuvieron un papel histórico para llevar la vacuna de la viruela a las colonias Americanas. Al no existir frigoríficos ni medios de conservación, los niños hicieron de portadores biológicos de la vacuna con la que se inoculó en las colonias a cientos de miles de personas. Fueron 22 huérfanos de entre 3 y 9 años procedentes de las Inclusas de Madrid y de la de Santiago. Fueron seleccionados por su fortaleza y se les prometió comida y educación cuando llegaran a su destino. Uno de ellos falleció en la travesía.

La expedición fue dirigida por el médico Francisco Javier Balmis y la enfermera Isabel Zendal.[23]

siglo XX

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José Sanchis Bergón, fundador de la Asociación Valenciana de la Caridad (1906).

En este siglo el abandono siguió siendo elevadísimo llegando al millón los niños abandonados en España.[1]​ Como ejemplo de ello, durante la madrugada de Nochebuena de 1933 se abandonaron 6 niños de padres desconocidos en la inclusa de Madrid.[24]​ Al avanzar el siglo, el abandono fue disminuyendo paulatinamente y se producía en la maternidad de las inclusas y en las casas cuna, quedando la exposición como una situación residual, representando el 0.5 % durante 1930 en la inclusa de Pamplona.[2]​ El torno fue desapareciendo a lo largo del siglo XX, por ejemplo, en Guipúzcoa dejó de existir en 1916[25]​ y en 1922 en la inclusa de Madrid con lo que desaparecía en su casi totalidad el abandono anónimo.

Hasta 1920 el índice de mortalidad infantil en las inclusas seguía siendo muy alta llegando al 40 % en la inclusa de Barcelona y al 70 % en la inclusa de Madrid.[26]​ Esta situación era debida al hacinamiento de los niños que, a modo de ejemplo, en la inclusa de Madrid acogían una media de 1500 niños al año. Se producían continuas epidemias principalmente, y por orden de frecuencia,  gastrointestinales, respiratorias,  meningitis, tuberculosis , tos ferina y sarampión.[27]

Así mismo había centros que obtenían unos índices de mortalidad muy reducidos, como el monasterio de Guadalupe[28]​ en Cáceres o la Casa Cuna de Fraisoro en Guipúzcoa.[29][30]

Esta situación fue cambiando a lo largo del siglo XX con los avances médicos, como el desarrollo vacunal contra la tuberculosis a partir de 1921, a la que siguieron otras como la difteria, tétanos, tos ferina, sarampión y poliomielitis que se completaron en los años sesenta.[31]​ La utilización de la penicilina desde 1945 fue un importante avance en el tratamiento de las enfermedades infecciosas, erradicando la sífilis que tenía una mortalidad muy alta.[8]​ Así mismo, la elaboración de las leches maternizadas fue mejorando con la creación en casi todas las capitales de provincia de las gotas de leche[32]​ hasta la aparición de leches artificiales de buena calidad hacia 1945, con lo que desaparecieron las nodrizas.[33]

Durante la guerra civil no disminuyó el número de abandonos y se vivió en la Inclusa madrileña un episodio dramático. Con la aproximación de los frentes de combate a la capital se hizo conveniente la evacuación de los mil niños acogidos y las madres allí residentes. El entonces director, Enrique Jaso Roldán, tomó personalmente las riendas del asunto con conversaciones con las autoridades civiles y militares y se dispuso la creación de Colonias Escolares en zonas de la península lo más alejadas posible de la crudeza bélica[34]

Es destacable que en los años cuarenta, tras la guerra civil, hubo un aumento de la mortalidad infantil causada por la situación de pobreza y miseria existente.

Como indica la investigadora Eva García Magriñá en su libro, la identificación legal del padre fue un tema reconocido en muchos países europeos como Alemania, Francia, Suiza, Inglaterra y países nórdicos. En España en los años cuarenta, una serie de médicos directores de inclusas y maternidades como Juan Bravo Frías (Madrid), Juan Antonio Alonso Muñoyerro (Madrid) o Jesús Alustiza (San Sebastián) eran partidarios de implantarlo para mejorar la situación económica de la madre y disminuir los abandonos pero hubo muchas trabas legales y no se realizó.[35]

Otros médicos directores de inclusas y maternidades que contribuyeron a la mejora de las condiciones en sus centros con una disminución de la mortandad infantil y maternal en la primera mitad del siglo XX fueron los ginecólogos Santiago Dexeus Font[36]​ (Barcelona), Enrique Isla y Bolumburu (Madrid), Carmelo Gil Gorroño y su hijo Carmelo Gil Ibargüengoitia (Bilbao) o Vicente Serafín Gómez Salvo (Zaragoza) y los pediatras Enrique López de la Alberca (Bilbao), Josep Roig i Raventós (Barcelona), Joan Coll i Bofill (Barcelona), Ramón Gómez Ferrer (Valencia), José González-Meneses Jiménez (Sevilla) o José Antonio Alustiza (San Sebastián).

A partir de 1950, debido a los cambios legislativos que favorecían la adopción y de la mentalidad de la sociedad, comenzó a haber más padres interesados en adoptar niños, que niños para adoptar.[37]​ Con el desarrollo de la anticoncepción, las situaciones de abandono infantil en España se convirtieron en un suceso residual a partir de 1980.

Dos hechos constatables a lo largo del tiempo han sido la soledad de las mujeres en los diferentes procesos del abandono ya que la mentalidad social consideraba que el abandono de un hijo era responsabilidad exclusiva de la madre y el estigma social y la marginación que sufrieron los niños abandonados y sus madres a lo largo de los siglos.[38]

Vídeos

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Véase también

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Referencias

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  1. a b c d e f Pérez Moreda, Vicente. «La infancia abandonada en España». Real Academia de la Historia. 
  2. a b c d e f g h i Valverde Lamfus, Lola. «Niño, Niña. El niño abandonado.». Enciclopedia Auñamendi. 
  3. «El primer orfanato del mundo». Historia y Tradiciones. 2018. 
  4. a b c d «Qué nos cuentan los documentos sobre los niños expósitos». Cadena SER. 2017. 
  5. a b Illanes Zubieta, Ximena (2019). «Infancia y abandono en la Barcelona del siglo XV». Crítica a libro. 
  6. de Arana, José Ignacio. «Historia de la Inclusa en Madrid». El Médico interactivo. 
  7. Sánchez, Cobo y Hernández. «Marginación y pobreza desde la cuna». Revista de Demografía Histórica. Pg 36. 
  8. a b c Revuelta Eugercios, Bárbara. «Los usos de la Inclusa de Madrid a principios del siglo XX». Tesis Doctoral Univ. Complutense: 431. 
  9. a b Bartolomé Martínez, Bernabe. «La crianza y educación de los expósitos en España». Universidad Complutense. Archivado desde el original el 12 de agosto de 2013. Consultado el 3 de mayo de 2022. 
  10. «De la Tornera». Diputación Foral de Guipúzcoa: Cap.4. 1891. 
  11. De la Fuente Galán, M.ª del Prado. La situación de las inclusas en 1790. p. 65. 
  12. Alustiza Martínez, Carlos. «Las Madres de los niños expósitos en Guipúzcoa». Enciclopedia Auñamendi. 
  13. Carreras y Tafunell. «Estadísticas históricas de España». Fundación BBVA: 128. 
  14. Vidal Galache. «La Inclusa de Madrid». Canal UNED. 
  15. «Evolución legislativa del aborto. Pg 6». Universidad de Córdoba. 
  16. Tolosa Latour, Manuel de. «Médicos Históricos». Biblioteca Univ. Complutense. Archivado desde el original el 30 de enero de 2021. Consultado el 24 de enero de 2021. 
  17. Sánchez Villa, M.C. (2016). «Los hijos del vicio». Cuaderno de Historia Contemporánea: 333. 
  18. Alustiza Martínez, Carlos (2020). «Acogida Infantil en la Casa Cuna de Fraisoro». Guipúzcoa Médica. 
  19. Rodriguez Martín, Ana María. «Las madres de los expósitos en España a finales del siglo XIX». Revista internacional de estudios feministas: 244. 
  20. Jávega Charco, Emna. Expósitos en Valencia. p. 19. 
  21. a b Valverde Lamfus, Lola. «Los niños expósitos y sus nodrizas». Enciclopedia Auñamendi: 258. Archivado desde el original el 4 de marzo de 2021. Consultado el 26 de enero de 2021. 
  22. Van den Brule Arandia, Álvaro. «Un recorrido por las pandemias más importantes de la historia de España». El Confidencial. 
  23. «En el nombre de los niños». Asociación Española de Pediatría. 
  24. Arana Amurrio, José Ignacio. «Historia de la inclusa de Madrid». Asociación Española de Pediatría: 25. 
  25. Alustiza Martínez, Carlos. «Niños abandonados en Guipúzcoa». Enciclopedia Auñamendi. 
  26. Martín-Espinosa, Noelia María (2014). «Análisis de la mortalidad expósita en la Inclusa de Toledo». Revista de historia de la Medicina: 12. 
  27. Boch Marín, Juan. «El niño español en el siglo XX». Real Academia Nacional de Medicina. 
  28. «Expósitos, los niños del torno». Canal Extremadura. Youtube. 
  29. Múgica Zufiría, Serapio. «SEGUNDA PARTE. GEOGRAFÍA POLÍTICA. I: LA PROVINCIA Y SU ORGANIZACIÓN. BENEFICENCIA Y SANIDAD. Expósitos». Geografía de Guipúzcoa: 417. 
  30. «Los niños de la inclusa». ABC. 1927. 
  31. Vidal, Oriol (2020). «Cronología de las vacunas». La Vanguardia. 
  32. «Médicos históricos en relación a la Gota de Leche». Univ. Complutense. Archivado desde el original el 6 de marzo de 2021. Consultado el 19 de febrero de 2021. 
  33. Soler, Elena (2013). «Nodrizas, madres y hermanos de leche». University in Prague. 
  34. Arana Amurrio, José Ignacio. «Historia de la Inclusa de Madrid. Pg 9». El Médico Interactivo. 
  35. García Magriñá, Eva. «Mujeres de barro, infancias de cristal. Casa Cuna de Fraisoro». Youtube. Asociación cultural Manuel Larramendi. 
  36. «Santiago Dexeus Font». Real Academia de la Historia. 
  37. Gondra Rezola, Juan. «Casa de Expósitos». Bilbaopedia. 
  38. Rodríguez Martín, Ana María. «Las madres de los expósitos en España». Revista internacional de estudios feministas. 

Bibliografía

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