Génesis
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El Génesis es un libro acerca de algunas de esas cosas que siempre han intrigado a la humanidad, a saber: la creación del universo, los orígenes de la vida, la fórmula de la Coca-Cola y la marca de lencería que usa Jessica Alba, aunque más tarde se convirtió en el prefacio de ese recopilatorio de escritos mitológicos y de fantasía que es la Biblia. Fue escrito hace la tira (incluso antes de nacer Sara Montiel o Peter Rock (no ese nacio antes)) por un tipo que, entre otras cosas, aseguraba poder separar las aguas del mar Rojo y hacer caer comida del cielo (no se sabe si del McDonalds), así como cambiar el agua del rió por tintorro y lanzar rayos láser por la cocorota; una fuente de total credibilidad, vamos.
Introducción
Con que esto de la creación no es una cosa sencilla que se pueda explicar en la servilleta de algún bareto de carretera, mediante una serie de episodios el autor nos abre los ojos con verdades absolutas, algunas de tan profundo calado como los peligros de comerse una manzana mientras se va en pelota picada por el campo. Para el estudio académico de esta obra cumbre de la sabiduría y el realismo, se hace una división en dos grandes partes, que analizaremos a continuación con más detalle:
Primera Parte: Montando el chiringuito
La creación
Esta parte es la parte inicial de la primera parte, y narra como Dios, con sus sagrados fideos, se puso a construir el mundo allí donde antes había un solar convenientemente recalificado vacío, lo que sería la instalación eléctrica, los desagües, la iluminación, la mampostería y todas esas cosas. No se sabe porqué se tomó todas esas molestias pudiendo estar toda la eternidad sin dar golpe; seguramente algún tipo de carencia afectiva, quien sabe.
Al parecer tardó 6 días, rebasando en varios días (concretamente 5) los plazos que había dado inicialmente para concluir el proyecto. Hay varias teorías sobre la razón de este retraso (el libro no lo explica), siendo la más aceptada la de que un grupo de viejos que se habían congregado en los alrededores de las obras se pasaban el día criticando y dándole consejos acerca de como hacer el encofrado, que si esa estrella está torcida, etc.
En cualquier caso, lo cierto es que una vez construido todo el tinglado este de los planetas, el sol, la luna, el mar y las montañas, decidió llenarlo de muñecos para poder jugar el séptimo día. Se conoce que no era tan diestro con la escultura como construyendo cosas, porque aunque su intención era hacer un único modelo, ninguno le salia igual que el otro, con lo que acabó llenando la tierra de animales raros, algunos de ellos tan imprescindibles como los mosquitos, las ladillas y las cucarachas.
Adán y Eva
Viendo el Señor que, bien por desidia o por inexperiencia, había hecho a todos los animales bastante estúpidos, decidió crear un ser superior a su imagen y semejanza para que gobernara en el mundo que él había creado. La idea era hacerlo a polvos o algo parecido... esta parte de la historia es algo difusa. En cualquier caso, la cosa no salió bien y lo que surgió al final fue un tío en bolas llamado Adán que solo era medio imbécil. Por alguna extraña razón, este individuo estaba todo el día dándole a la zambomba, siendo esa su única idea fija en la vida. Con que era una situación bastante embarazosa, el Señor intentó solucionarla a su manera: dándole una paliza a Adán, en la que se ve que incluso le jodió una costilla. Sin embargo esto no arregló nada, porque Adán pronto volvería a las andadas.
Tras atribuir este comportamiento obsesivo a la soledad, Dios decidió crearle un amigo (sobre todo después de que el imbécil hubiera copulado con las hembras de todas las especies). Con que el tema este de la humanidad aún estaba en fase de producción artesanal, lo que salió, aunque parecido, tenia ciertos bultos de más en unas partes y carencias en otras, algo que no pareció importarle a Adán, que pronto descubrió que así podía jugar a más cosas con este nuevo ser, al que llamaron Eva. Por fin el padre celestial tenia testigos de su grandeza.
La Caída
La vida para estos primeros Testigos de Jehová no es que fuese demasiado estresante: vivían en un parcela unifamiliar bastante bien arreglada en un complejo residencial llamado El jardín del Edén, donde entre otras comodidades contaban con piscina, jacuzzi, campo de golf, cátering gratuito a todas horas y buenas vistas tanto al mar como a la montaña. Dios daba a los dos tórtolos todos los caprichos, con una sola condición: que no le tocasen el manzano que había plantado justo en medio de la propiedad. Este árbol tenia una característica curiosa, y es que por su situación estratégica, podía verse desde todos sitios. Al despertarse veían el árbol, al ir a buscar la comida veían el árbol, mientras se bañaban, ahí seguía el árbol, no importa por donde diesen un paseo, seguían viendo el árbol, y ese árbol, con sus brillantes y suculentas manzanas, era lo último que veían al acostarse. Cada día. Dios en su grandeza incluso le había puesto iluminación para que se viera de noche.
Por alguna razón incomprensible, Eva acabó obsesionándose con las manzanas. La verdad es que la cosa no hubiese pasado de ser un deseo inconsciente reprimido de no haber coincidido su mala semana y el encuentro con la típica serpiente parlante de campo. Como estaba cantado, un día en que le pareció que nadie miraba se pilló una manzana mientras farfullaba cosas como "mi tessssoro" y "el amo no nosss quiere".
Cuando Dios se dio cuenta de que alguien le había choriceado uno de los frutos no se lo tomó demasiado bien, aunque peor se puso cuando, al ir a interrogar a sus arrendatarios, Eva no le pudo contestar con claridad al tener la boca llena de una masa orgánica informe (y no, no tenia nada que ver con Adán y sus extremidades). Fue tal el cabreo que decidió largarla a patadas de este Paraíso que había montado. Adán también abandono el lugar; no es que hubiese hecho nada, pero dado que la mayor parte del tiempo su sangre estaba concentrada en un lugar diferente al cerebro simplemente siguió a Eva allí donde le dijo. Era tal la rasca que hacia fuera que tuvieron que cubrirse las partes con hojas para no resfriarse. Y así es como, según el libro, Dios da inicio a su reinado de terror en la tierra.
Caín y Abel
En una situación precaria en que no tenían comida, pasaban frío y calor (al final pillaron un resfriado) y tenían que esconderse de los bichos con bocas como motosierras que acechaban por el lugar, al listo de Adán no se le ocurrió otra cosa que hacerle un bombo a Eva. Así nacieron Caín y Abel
A pesar de ser hermanos, los chavales tenían aficiones bastante diferentes: mientras que a Caín le tiraba el terruño y el vegetarianismo, Abel siempre estaba rondando las ovejas. Aunque Caín seguía a rajatabla eso de ganarse el pan con el sudor de su frente y se esforzaba mucho en cultivar la tierra mientras que su hermano también se esforzaba mucho... pero en otro sentido, el Altísimo parecía preferir a Abel. Nunca se ha sabido el motivo de este favoritismo tan peculiar (y cualquiera se lo pregunta); tal vez es que no le gustaban las acelgas.
El libro cuenta como el malvado Caín sacrificaba cada día a varias hortalizas para ofrecérselas a Dios, mientras que el bueno de Abel le traía de vez en cuando algún bicho muerto que se había encontrado por ahí. Con que el Grandísimo hijo de... siempre rechazaba los regalos de Caín tirándolos por el suelo y pisoteándolos, esto acabó haciendo mella en la ya de por si trastornada mente de un tipo cuyo único referente sexual en el mundo es su madre. No es de extrañar, pues, que un día que Abel paseaba sin querer sus ovejas por el huerto de su hermano, de pronto pasara de estar vivo a estar fiambre.
Con que el Creador se había encariñado con Abel, esto de que de repente estuviese tan quieto, olvidase su higiene personal y sin venir a cuento prefiriese a las moscas en vez de a las ovejas, le disgustó mucho, casi tanto como el tema de la manzana. Con que había que darle la culpa a alguien y a Caín le tenia ojeriza, le aconsejó que se largara a otra parte, no sin antes hacerle una marca en la frente (rollo Harry Potter pero sin la escoba) para que la gente le reconociese allí donde fuese. Considerando que después de este terrible holocausto que había eliminado al 25% de la población mundial solo existían tres personas en el planeta y los otros dos eran sus padres, la medida fue un poco exagerada, pero es que el Hacedor era muy perfeccionista en estos asuntos.
Los descendientes de Caín y las generaciones de Adán
Pues si amigos, contra todo pronóstico, y a pesar de estar más solo que la una, Caín tuvo descendientes, se ve que o bien por aquella época los hombres podían reproducirse por mitosis o Eva era bastante desinhibida. Esos descendientes, a su vez tuvieron más hijos (todo hombres) a quienes pusieron nombres de lo más raros y ridículos como Txapotiel o Farruquioc, y con los que tampoco nos extenderemos porque de todos modos la mayoría eran unos cabrones y el Padre salvador se los pulió más adelante.
Mientras, Adán, que era como el conejito de duracell, continuó a lo suyo, dejando a Eva embarazada cada dos por tres; esto no era una familia, si no una plaga. En realidad se supone que tuvieron hijas, pero con que al parecer este detalle no resultaba demasiado importante para el escritor a la hora de explicar la multiplicación de la raza humana, solo se nos habla de los hijos, y más concretamente de Set.
Set era en realidad una imitación que había hecho Dios de Abel, pero poca cosa más se dice, excepto que este tipo también tuvo descendientes a quienes se les pusieron los nombres que estaban de moda en aquella época: Jaredio, Enocio, Lamek-ulo y cosas por el estilo. Uno de estos descendientes fue un tal Matusalén, famosillo por entrar el el Libro Guiness de los récords debido a su longevidad; vivió casi mil años el tío, y lo peor no fue eso, si no que había heredado la afición por Adán por la gimnasia, por lo que se cree que tuvo tiempo de trajinarse más de 70 generaciones de parientas, desde su bisabuela hasta su tataratataratataratataranieta. Es por ello que afectuosamente se le conoce por el nombre de "Matusalido".
La lista de descendientes de este capítulo termina en Noé, un tipo bastante tremendista y aguafiestas del que hablaremos más adelante.
Los Nefilios y los Giborrios (o algo parecido)
La verdad es que esta parte del génesis no hay por donde cogerla, habla de unos gigantes que no se sabe de donde han salido, gente con alas y demás cosas raras más propias de los X-men. Algunos estudiosos atribuyen este episodio a un rollo malo del escritor, el tal Moisés, con algún tipo de setas o hierbas que se le habían puesto chungas. Uno de los pocos datos más o menos lúcidos que aporta este episodio es que Dios pone a los hombres una fecha de caducidad de 120 años, ya que se le estaba llenando el garito con viejales cuya edad media eran 500 años.
Noé y el Gran Chaparrón
A pesar de haber expulsado a los humanos del Paraíso diciendo que no quería saber nada más de ellos, la verdad es que el todopoderoso no dejaba de dar la vara e inmiscuirse en los asuntos de todo quisque. Un buen día decidió que los humanos ya no le divertían y decidió formatear y reinstalarlo todo de nuevo. Por aquel entonces, la humanidad era más parecida a una especie de comunidad de vecinos esquizoides que a una civilización por lo que tampoco se iba a perder gran cosa. A última hora, sin embargo, Dios pensó que seria un coñazo volver a crear a todos los animales desde cero, de manera que decidió convencer a un pobre crédulo para que construyera un barquichuelo, nada, lo justo para alojar a varias decenas de miles de animales. El elegido fue un tal Noé. Este tío, que tal vez era un paleto pero no era tonto del todo, se olió algo raro cuando una voz celestial le encargó que construyera un barco en medio del desierto, o sea que, por si las moscas, decidió hacer la barca un poco más grande para alojar a su parentela. Además, se pasaba el día con un cartel colgado del cuello diciendo cosas como que el fin del mundo se acercaba y que todos morirían, aunque nadie le hacia caso.
Cuando estuvo terminada la barca, a la que llamaron "El arca de Noé" (estaba tan mal hecha que daban arcadas de solo verla) con todos los animales dentro, el Salvador tiró de la cadena y empezó a inundarse el planeta. Era tal la soberbia de los humanos, que la mayoría murieron intentando beberse toda esa agua, mientras que el resto lo hicieron por no darles la gana de desarrollar branquias. Cuando hubo pasado todo, y viendo que Noé no era tan mal tipo, les aseguró a él y a su familia que nunca volvería a cargarse la humanidad de esta manera; efectivamente: la próxima vez prometió utilizar fuego.
El resto del capitulo, después de esto del agua, flojea un poco, y se limita a explicar anécdotas sobre el tal Noé, como por ejemplo, que acostumbraba a darle a la botella y a dormir la mona en bolas.
La mesa de naciones
Explica como se fundó la ONU. En realidad no es más que un repaso de los personajes vistos hasta ahora, por si alguien se ha perdido. Es bonito de ver, aunque teniendo en cuenta que todos eran parientes, lo cierto es que hay que ser ingeniero aeroespacial para entender algo, y la mayoría de gente se salta este episodio.
La Torre de Babel
Esta parte cuenta como, después de que la familia de Noé le diera al asunto como conejos, la población volvió a crecer bastante, por lo que decidieron hacer una ciudad para poder vivir todos arrejuntados y empezaron a construir casas. Un tipo adinerado llamado Babel decidió construirse una con dos pisos, jardín y piscina, y esto (oh que sorpresa) no gustó al Señor, ya que la edificación no cumplía las normativas municipales y se lo tomó como un desafío a su grandeza (todo lo relacionado con el tamaño de las cosas le hacia sentir inseguro, tal vez por algún tipo de complejo o carencia), por lo que en un nuevo acto de bondad, decidió confundir el lenguaje de las gentes para que no se entendieran entre ellos (para mas información véase Torre de Babel), ya con vistas a hacer del mundo un remanso de paz, vamos. Al final la armó tan gorda que ni él mismo entendía que cuernos decían la mayoría de gente, cosa que vendría a explicar porque, aún hoy, parece que se haga el sueco cuando se le piden cosas.
Ciertas interpretaciones dicen que el Misericordioso castigó a los hombres por querer construir una torre que tocara el cielo. Es una teoría del todo estúpida, ya que de haber querido eso solo tenían que construir un helicóptero, mucho más fácil que apilar pedruscos para hacer un rascacielos.
Después de esto, los habitantes de la ciudad decidieron largarse y extenderse por el mundo, con la esperanza de que al estar desperdigados, a Dios le resultaría más difícil putearlos ayudarlos a todos. Que equivocados estaban.
Segunda Parte: Los Patriarcas y sus locas aventuras
Abraham
- Artículo principal: Abraham el patriarca
Abraham era el hijo de... nieto de... ¿o era el sobrino? en realidad no importa mucho, de modo similar a como ocurre en la tercera página de El Señor de los Anillos, el lector que consigue llegar hasta aquí tiene tal cacao mental con los nombres, las familias y los lugares que en realidad sigue leyendo en modo piloto automático con la esperanza de que todo esto al final tenga algún sentido. Para no calentarnos el tarro, diremos que Abraham era un tipo normal y corriente hasta que le tocó la china y el Señor todopoderoso se fijó en él.
Usando la parafernalia habitual (vozarrón viniendo del cielo, luces cenitales y cosas así), Dios "aconsejó" a Abraham que cogiera todos los bártulos y él y su tribu se dirigiesen hacia unas tierras que al parecer eran la monda. Para acabar de convencerlo, le prometió el oro y el moro: que si convertiría a su pueblo en una gran nación, que si estaban todos bendecidos, que su nombre seria grande en la historia y demás charlatanería para primos.
No se sabe si es que Abraham pilló mal la dirección o es que Dios estaba bromista ese día, pero al final llegaron a un erial abandonado donde no crecían ni los rastrojos, al que llamaron Canaan damos más. Naturalmente, a los cuatro días ya pasaban hambre, por lo que Abraham (Abra para los amigos) se fue junto con su esposa Saray a pedirle ayuda a un Faraón de la zona. La ayuda que este le presta es bastante peculiar, ya que consiste en beneficiarse a la parienta de Abra mientras él mira. Para sorpresa de pocos, al Padre creador no le gustan este tipo de cosas, y decide mandar varias plagas al faraón (concretamente una de ladillas y otra de herpes), quien para evitarse más malos rollos y dar un descanso a sus partes, acaba dando la patada a Abraham, a la esposa y a su put.. al resto de parentela.
Cuando vuelven a Canaan con el rabo entre las piernas (es un decir, el que hasta hace poco campaba a sus anchas en la entrepierna de la mujer de Abraham se quedó en Egipto), se encuentran con un problema relacionado con unas ovejas y el inventor de la lotería y los lotes de Navidad: Lot. Afortunadamente, la cosa se zanja rápido cuando le da bajo mano unos cuantos permisos de obras. A continuación, Dios vuelve a la carga, prometiendo a Abraham de todo: tierras, casinos, furcias, etc. asimismo, le asegura que tendrá más descendientes que estrellas en el cielo, aunque con el pequeño inconveniente de que serán oprimidos y esclavizados durante 400 años. No hay que decir que llegado a este punto, a Abraham, que estaba más que entusiasmado con la idea de hacer descendencia, se le bajó el manubrio de golpe. El Omnipotente le asegura que después de eso su pueblo tendría una cantidad de tierras impresionante, pero la verdad es que Abra ya está un poco quemado con las promesas y los pactos de Dios.
Para empezar la gran obra que el Señor le ha encomendado Abraham decide dejar preñada a una chavala que pasaba por allí (su mujer se había vuelto algo frígida desde que abandonaron Egipto). Después del nacimiento del retoño, al que llaman Ismael y que no tiene más importancia en esta historia (excepto ser hermano de uno que más adelante sería un pez gordo), Dios vuelve a ponerse en contacto con Abraham, a pesar de que este intenta hacerse el longuis fingiendo que no oye nada. Resumiendo, la nueva gracia de Dios, consiste en cambiar el nombre a nuestro protagonista, que pasa a llamarse "Abracadabram" y a Saray, que recibe el nombre de Sara, por motivos que están más allá de la comprensión humana. Además, para que quede constancia de este nuevo e importante pacto Dios ordena que todos los hombres se hagan la circuncisión, para que piensen en él cuando miren al pajarito.
En resumen, y para no aburrir, la vida de Abraham fue un continuo sobresalto de apariciones divinas que cada vez ponían la vida más chunga para las gentes del lugar, especialmente para los que vivían en las ciudades de Sodoma y Gomorra, que fueron ligeramente destruidas con el fuego del infierno... pero en fin, no tiene mucha importancia porque eran unos degenerados y estaba lleno de bujarrones. Por suerte, Lot y su esposa, que era muy salada, consiguieron escapar a tiempo.
Isaac
Isaac fue el hijo de Abra y Sara; el pobre chaval tuvo una infancia difícil, más que nada por culpa de las voces que su padre oía en la cabeza, y que en una ocasión le dijeron que le rajara el gaznate como a un pollo. Al parecer era otra vez Dios, que quería poner a prueba la fe de Abraham. Por suerte, cuando vio que la broma había llegado demasiado lejos, se lo impidió y le prometió otra vez innumerables descendientes. Ya era la decimotercera vez que le vendía la misma moto, pero Abra siempre se lo continuaba tragando como el primer día. Este Isaac algo debía hacer porque sale en varias páginas.
Jacobo
Otra vez lo mismo, hay un punto (de hecho ya hace varios capítulos) en que el libraco este se vuelve bastante repetitivo, básicamente el hijo de alguien hace cosas inspirado (o no) por Dios, y tiene hijos que también hacen cosas. El tal Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abraham, es un muermo que, según una lectura así por encima del episodio que trata sobre él, se dedica al comercio y a las ovejas. Más tarde Dios, en su linea, le ordenó que se cambiara el nombre por Israel, curiosamente como el de un país que hay algo más abajo de los pirineos, tirando a mano derecha.
Sin embargo, Jacobo es importante en la historia de la humanidad por ser el abuelo de Ónan. Entre el tiempo en que los océanos se tragaron Atlantis y el amanecer de los hijos de Aryus, hubo una época increíble, y en ella, Ónan, destinado a frotar la joya de la corona de su reino. Pero esa ya es otra historia.
José
¿A que no adivinan quien era? Efectivamente, un hijo del tipo anterior, como quiera que se llame. Este José (no confundir con el carpintero ebrio ese) era el preferido por su padre, un niño mimado y pijo, a quien le compraba ropa de marca mientras que los hermanos tenían que ir vestidos con sacos de esparto viejos. Un día que pillaron a parte al hermano favorecido, les pareció buena idea gastarle una bromilla y venderlo como esclavo a unos comerciantes que pasaban por ahí. Para que la broma fuese completa, mojaron sus ropas con vino tinto del barato y las utilizaron como prueba para decirle a su padre que José estaba criando malvas.
A pesar de todo, tampoco es que a José le fuese mal del todo: gracias a su labia y a sus supuestos conocimientos esotéricos, consiguió el favor del Faraón de aquella época, que tenia una serie de pesadillas malas relacionadas con vacas gordas. Al parecer era un mensaje de Dios, que se ve que en esta época ya no le daba al altavoz para comunicarse con la gente, si no que lo hacia de manera más subliminal. Ya sabemos como son estos embaucadores que leen posos de café y tiran las cartas, al final, no se sabe como, la gente de corazón sencillo les acaban dando su número secreto de la tarjeta de crédito para que se sirvan ellos mismos, y algo parecido le ocurrió al Faraón, que acabo haciendo a Jacobo regente de todo Egipto. Al final, viendo lo bien que le ha ido, termina perdonando a sus hermanos, no sin antes darles algunos sustillos, e incluso acaba trayéndose a toda la parentela a Egipto, a vivir de gorra.
La sopa boba les duraría hasta que los Egipcios, preocupados por que esta gente se aburrían, les pusieran a trabajar en las canteras, en un acto de altruismo que aún hoy se recuerda con lágrimas en los ojos. Pero todo eso, gracias a Dios, ya es en otro libro.
Interpretaciones
A lo largo de la historia, y según como le haya convenido al fanático de turno, se han hecho diversas reediciones del libro, con la excusa de hacer una traducción más fidedigna, aunque algunos han ido más allá: Mahoma, por ejemplo, decidió plagiarlo directamente, cambiando cuatro cosillas y poniéndole otro título. Claro que en esta versión se cambia a los patriarcas por integristas islámicos, a los ángeles por terroristas suicidas, en el paraíso, hay un Adán y 72 Evas y los judíos las pasan aún más canutas que en la versión original.
Otras obras del autor
Desafortunadamente, la afición al senderismo de Moisés no le dejaba demasiado tiempo para dedicarse a la literatura, por lo que la única obra conocida a parte del Génesis es un libro de bolsillo de chistes llamado Los cuarenta y cinco mandamientos, del que solo se conserva una pequeña parte, precisamente los más flojos. Las malas lenguas dicen que se lo dictaron.
Notas de interés
- El truco del agua: Dado el éxito de este líquido elemento en el tema del diluvio, Dios lo utilizaría más adelante para ocasiones de lo más variopintas. Así, en otras partes de la Biblia vemos como se convierte en sangre, en vino, se separa a voluntad, cae del cielo sin motivo o la gente camina por encima de ella.
- El pavo de Nochevieja: Esta tradición, muy arraigada en ciertas culturas, aunque también entre los incultos, parte de la anécdota de Abraham e Isaac, cuando el primero quería trinchar a su hijo sobre una mesa con un cuchillo.
- La sodomia: Dado el mal trago que Dios hizo pasar a los habitantes de Sodoma cuando lo del fuego, desde entonces cuando alguien le da a otro por detrás se dice que lo ha sodomizado.
Véase también
Para los interesados en la versión menos seria y verídica, Wikipedia tiene un artículo sobre: Génesis |